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SESION DE 28 DE AGOSTO DE 1840

tan eminentemente provechosos, ni de los adelantamientos de toda especie que bajo su direccion hacía allí la gran masa de la juventud puesta a su cuidado.

Si, pues, la Compañía de Jesus es tan santa en sus leyes i tan provechosa en su ejercicio, como lo acreditó ántes de su estincion i lo está acreditando despues de su restablecimiento; si éste ha sido tan oportuno para hacer brillar la luz que difunde esta relijion en medio de las tinieblas que oscurecian los paises a que nuevamente han entrado; si los Estados Unidos del Norte les deben tantos i tan claros beneficios; si ya tocamos los que hacen en las provincias del Rio de la Plata; si oimos los encomios que de ellos hacen estos pueblos a quienes no puede oponerse la tacha de iliberales. ¿Cómo podrán negarse las ventajas que deben traer a Chile? Ellas son tantas, que no es posible tenerlas a un tiempo presentes todas; pero si se reflexiona sobre la escasez de ministros del culto, a que nos ha reducido la penuria de los tiempos; si se ve que nuestras pérdidas han llegado al estremo de ser casi absoluta la carencia de hombres que puedan dedicarse a la educacion científico-relijiosa; i si no puede negarse que la instruccion en las ciencias, sin la institucion en la piedad es un don verdaderamente funesto, no puede negarse que el restablecimiento de la Compañía de Jesus no solo es útil, sino necesario en las circunstancias presentes; ni que debe mirarse como único arbitrio que ocurre para remediar los males que sentimos, i para atraer sobre nosotros los bienes de que tanto necesitamos.

El Estado chileno crece con rapidez en poblacion i fortuna, siendo, por lo mismo, mayor su demanda de educacion de las masas i de las clases respectivas, sin la cual todos los bienes son efímeros; i la Honorable Cámara de Diputados debe tener presente que cuando fuesen mayores i ménos apuradas las rentas del Estado no serían ellas bastantes para dar a esa educacion toda la estension i vuelo que ella pide; sin olvidar que este delicado ramo jamas se desempeña tan bien por hombres que cifran sus ventajas en los estipendios que les proporcionan sus servicios, como por aquéllos que tienen este cargo por propio instinto, i sienten por esta razon los dobles estímulos de los sublimes i ciertos premios que les ofrece una relijion divina, i del honor que se excita con la obligacion misma en que se constituyen por razon de su estado, por el ejemplo de sus socios i por la emulacion misma de sus enemigos.

Mucho mas pudiera decir en una materia que es acaso de la que mas se ha tratado desde la estincion de la Compañía, hasta la época presente; pero lo omito porque ya son demasiado claros los testimonios que la Divina Providencia ha querido aparezcan de la inocencia de un instituto astuta i vilmente calumniado, i de la consiguiente confusion de sus rivales, a quienes nada ha quedado que decir en su contra; ni mas que oponer el nombre jesuitas que llevan sus individuos con tanta gloria, nombre vindicado ya de los oprobios que se le opusieron; oprobios que se han relegado a la clase mas abyecta de las sociedades, a los enemigos de todo órden, a los que no reconocen mas imperio que el de sus pasiones, a los que aborrecen la luz, porque con ella se reconocen sus grandes defectos, a aquéllos, en fin, que amándose solo a sí mismos i refundiendo en sí las relaciones todas que debieran ligarles a Dios i a sus prójimos, no tienen mas humanidad ni razon que su propio contentamiento; i nada quisieran que existiese como reprobase de algun modo el desórden de sus deseos i acciones.

Estos son los únicos enemigos de la Compañía de Jesus, i por fortuna, puede decirse que son casi ningunos en el pueblo chileno, privilejiado particularmente con un carácter jeneral de honradez; en este pueblo que solo recibió bienes de los jesuitas miéntras los tuvo en su seno, i desde su ausencia ha oído constantemente resonar ecos mui doloridos por su falta. ¡Quiera el cielo inspirar en el ánimo de los representantes de la Nacion la cooperacion mas decidida a la grande obra que ha permitido se les proponga en este período lejislativo, i esten ellos ciertos, que este es el voto jeneral de aquéllos que los han elejido; esto lo que piden imperiosamente las necesidades del Estado; i lo que, sin duda, afianzará la felicidad pública, único objeto digno de sus atenciones. Dios guarde a V. S. — Santiago, Agosto 25 de 1840. — Manuel, Arzobispo electo. — Señor Diputado-Secretario de la Honorable Cámara de Diputados.


Núm. 213[1]

En nota de 24 del corriente, me dice US. que la Honorable Cámara de Diputados ha resuelto oir los informes de los diocesanos de la República, en órden a la mocion que ha hecho el señor don Pedro Palazuelos Astaburuaga, sobre restablecer en Chile a los relijiosos de la Compañía de Jesus, introducida nuevamente en el orbe católico por el Santísimo Padre Pio VII, de feliz memoria; i cumpliendo, por mí parte, con el deber de ilustrar en lo posible a los representantes de la Nacion, me es mui grato consignar en este papel lo que yo mismo he visto, como testigo presencial, i el dictámen que he formado mucho tiempo ha sobre este negocio, a consecuencia del práctico conocimiento de los individuos de la Compañía de Jesus, i de las

  1. Este documento ha sido trascrito del volúmen titulado Asuntos Varios, años 1834 a 84, pájina 365, del archivo de la Secretaría de la Cámara de Diputados. (Nota del Recopilador.)