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SESION EN 11 DE JULIO DE 1833

"las Naciones, de entrar en íntimas relaciones, conceder favores i llamar a nuestro seno a los enemigos que ni aun reconocen nuestra existencia política, que nos han hecho la guerra mas sangrienta etc., "no puede dirijirse a manifestar verdades sino a crear ficciones i a mantener ideas equivocadas. La América no ha hecho la guerra a los españoles sino al antiguo Rei de las Indias Occidentales que todavía es Señor de España. Si ha habido mal intelijentes que se hayan creido dependientes de los españoles, víctimas tambien de un Gobierno defectuoso, no es esto lo que debe servir de principio para una discusion razonada; ni tampoco puede considerarse como oríjen justo de rencores, el que los españoles, todos o algunos, hayan querido ser partícipes con su Rei del dominio de las Américas. Hicieron la guerra como vasallos de un Monarca comun con aquel entusiasmo que es propio de las ideas falsas; nos miraban como esclavos i no como a hombres ligados por unos mismos vínculos; cada español se consideraba Señor de América; todos querían ser Reyes; i de aquí nació su ferocidad. Pero este equivocado concepto no debe ser la regia por donde se han de guiar los Gobiernos americanos. Estando éstos ya en posesion de su Independencia, i teniendo recursos suficientes para conservarla, deben manifestarse justos admitiéndolos públicamente en su trato supuesto que los toleran en secreto. No son los españoles comerciantes a quienes franqueamos nuestros puertos, los que han de reconocer nuestra Independencia; es el Rei de ellos cuyo yugo sacudimos sin temor ni esperanza de que nos vuelva a ser impuesto. ¿Para qué se mezclan razones que no vienen al caso? ¿No ven los señores que componen la mayoría de la Comisión que el Gobierno actual de España es aborrecido por la parte mas ilustrada de aquella Nacion? De aquí deduciremos otras razones de alguna importancia que, al mismo tiempo que refutan las objeciones al proyecto de lei, realzan los fundamentos que, sin duda, tuvo presentes el Gobierno al presentarlo.

La civilizacion ha destruido entre los hombres el espíritu de conquista; i cuando aun se conserve en las cabezas vanas de algunos Reyes, seguramente no tendrán a su disposicion los medios de llevar adelante sus ideas. Ya está mui conocida la dependencia que liga a los individuos con los Gobiernos, i difícilmente se encontrarán subditos o ciudadanos que se sacrifiquen por satisfacer la fantasía de los que los rijen. Los españoles que, apesar de los grandes obstáculos que les opone su réjimen actual, han participado de una regular dósis de la dichosa civilizacion que distingue la época presente, desean que se mejoren sus instituciones, de modo que sus recursos de prosperidad se desenvuelvan en toda su estension. Aspiran a un buen Gobierno i siendo cierto que un lijero accidente, como se dice en el informe de la mayoría de las Comisiones, pueda proporcionárselos, este Gobierno aunque no le sea dado restablecer improvisamente la Nacion, no debe causarnos inquietudes ni peligros. Si la España alcanza la felicidad de constituir un buen Gobierno, tal como debe serlo en realidad, ningun temor podemos tener de que nos ofenda, sino que, lejos de esto, debemos esperar que proceda al acto insignificante de reconocernos independientes con cuyo sonido se trastornan tantas cabezas. Un buen Gobierno en España procurará, sin duda, sacar el partido posible de las relaciones mercantiles con los Estados americanos; será aquel que dé curso libre a las luces destruyendo la inquisicion; que fomente el comercio, que anime la agricultura i las artes, que arregle el sistema de hacienda, disminuya los impuestos i acomode la lejislacion a las costumbres actuales. Este buen Gobierno, de quien se teme que pueda causarnos males, se repite, si es bueno en la verdadera significacion de la palabra, no puede contraer sus miras a reconquistar la América porque debe considerar cuales son las ventajas que pueda producirle una empresa semejante. Pasó el tiempo en que se hacían conquistas para sacar tributo de las Naciones subyugadas; i la España i la Europa entera, segun los libros que recibimos todos los dias de allá, iluminadas por la filosofía, conocen mui bien que ya no debe buscarse la prosperidad en hacer servir a los hombres de otras rejiones como esclavos para arrancarles el fruto de su trabajo, sino en el cultivo de la industria agrícola, fabril i mercantil. En el estado de conocimientos a que han llegado los americanos, aunque no comparable con el de Europa, en el amor a la Independencia i en el hábito consolidado de rejirse por sí mismos, encontraría ese buen Gobierno de España que un lijero accidente puede proporcionarle un abismo en que sumirse con toda su bondad. Un buen Gobierno en España que aspire a la reconquista de las Américas, deberá conocer que ahora no tiene que lidiar con hombres como los que fueron vencidos por Cortéz, Pizarro i Valdivia sino con los discípulos de la escuela en que la Europa ha aprendido hacer política justa, sábia i humana. Atendiendo a esto el buen Gobierno de España, que tanto se teme por la mayoría de las Comisiones, entrará a sacar la cuenta de la suma de hombres i de caudales que le costará la reconquista en estos tiempos, tomando por base los veinte mil españoles que ahora tres siglos quedaron sepultados en el pequeño recinto de Chile; calculará las cantidades inmensas que tendrá que invertir en mantener sus lejiones subyugadoras, i, por último, preverá el resultado de su empresa. ¿Cuál será entonces el objeto de este buen Gobierno? arrojar riquezas al mar, despachar hombres a la tumba, arruinar su país nativo por llevar el esterminio a rejiones lejanas. Un buen Gobierno en España no puede aspirar a otra cosa que a proporcionar mercados a sus productos, "para hacer salir de la nada en que se