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estraños, introdujo el lujo en los palacios i llegó a penetrar en las chozas mas humildes. Las necesidades aumentaron en una proporcion diametralmente opuesta con la disminucion de los recursos. El fraude se hizo escandaloso i el Erario llegó a tener un déficit inmenso. Las gabelas antiguas siguieron oprimiendo al pueblo mientras los empleados se enriquecian. El Gobierno quiso poner remedio a los males que amenazaban al país; recurrió a medidas arbitrarias; se sostuvo por algun tiempo con el terror de las armas. La opinion tomó un aspecto ofensivo, su tendencia llegó a traspasar los umbrales del palacio dictatorial, voló el prestijio i el Director fué derribado.

Mientras que los acontecimientos de la capital anunciaban a las provincias que ya no tenian amo, éstas por un movimiento simultáneo habian tomado parte en la reaccion jeneral. En aquella época se instituyeron las primeras Asambleas. En los momentos de convulsion todos los hombres son elocuentes, porque en esos momentos son las pasiones las que hablan a las pasiones i el pueblo, que tiene tambien las suyas, oye con exaltacion a los que saben halagarlas. Aquellas corporaciones fueron compuestas en un principio de hombres de un mismo partido. El Ínteres comun los habia unido, sus intereses privados los desunieron. Allí principiaron las disensiones de las provincias, el choque de los partidos, las oposiciones de familia, el atraso de la instruccion pública i el decremento de una industria que apénas podia llamarse casera. Sucedió en las provincias lo que habia sucedido en la capital. El aliciente de la autoridad de una lejislatura provincial sedujo los ánimos, estimuló las pretensiones; las familias principales se disputaron con otras, que las habian igualado, la posesion de estos nuevos cargos i emplearon para la consecucion de sus fines, sus criaturas i sus adheridos; todo se organizó para combatir; la guerra de opiniones asomó, i los partidos, en presencia unos de otros, compararon sus fuerzas, calcularon sus recursos i ajitaron despues toda clase de resortes para lograr el triunfo. Habiéndose reunido un Congreso Nacional, en consecuencia de la revolucion del año 23, las Asambleas fueron disueltas i con su abrogacion quiso restablecerse la tranquilidad. Se juró la Constitucion del mismo año.

Una nueva revolucion amenazó a la República de una dislocacion jeneral. Las Asambleas de Concepcion i Coquimbo se reunieron tumultuosamente i retiraron los poderes a sus Diputados. Ambas celebraron entre sí un pacto de union contra la capital. Revestidas de las facultades que ellas mismas se concedieron, entraron en correspondencias seguidas i directas i en competencia con la provincia de Santiago. Todo se habia vuelto una verdadera Babilonia.

En el número de las prerrogativas que las Asambleas usurparon, se hallaron algunas de que despojaron a los Cabildos. Estos cuerpos, perseguidos por el odio que se declaró a todas las instituciones que traian consigo un oríjen colonial, cayeron en un estado de desprecio. Las varas de alguaciles que en otros tiempos se remataban, fueron desechadas aunque se diesen de balde. Nadie quiso ser cabildante, i los empleos concejiles se hicieron el patrimonio de la indiferencia e ineptitud. En esas circunstancias las Asambleas se entrometieron en el ramo de la instruccion pública, con esclusion de sus antiguos protectores i patronos. Quisieron reorganizarlo todo, i todo lo destruyeron. Poco a poco se fueron arrogando facultades universales, injeriéndose en materias de hacienda, jirando libranzas contra las rentas fiscales; i los intendentes, reducidos al insignificante papel de ejecutores serviles de sus decretos i obligados a entregar las correspondencias oficiales que les venian del Poder Ejecutivo nacional, carecieron de la autoridad necesaria para hacer respetar la lei; i se hallaron en la imposibilidad de tomar providencias enérjicas i activas para obrar, mantener la uniformidad en la marcha de la administracion jeneral i conservar la tranquilidad pública. La Autoridad Suprema fué desconocida i llegaron algunos demagogos a formar el plan insensato de hacerse independientes. La reconciliacion de las provincias unas con otras restableció otra vez la armonía i entonces el Gobierno, para acreditar la liberalidad de sus intenciones, meditó la farsa política en que se consultaba a los pueblos sobre la clase de Gobierno que quisieran adoptar. Los Cabildos seducidos por instigaciones conocidas i algunas Asambleas, abusando del poder que les habian conferido sus comitentes i desconociendo la situacion del país, se pronunciaron por el sistema federal. Felizmente para Chile, no triunfó ese disparate i nos vimos libres de una plaga de déspotas famélicos. ¿Quién hubiera podido sustraerse a la influencia de unos poderes que precisamente debian reconcentrarse en las manos de un pequeño número de majistrados, si la fatalidad hubiese permitido que fuesen perversos? Las provincias encadenadas al yugo de la nueva oligarquía hubiesen jemido en la mas dura servidumbre i destituidas del amparo que en vano les hubiesen ofrecido en distancias difíciles de superar; las majestuosas garantías del poder central hubiesen tenido que callar sus sentimientos i sufrir en un silencio lúgubre las sensaciones del terror. Pero desviemos la vista de ese cuadro terrible......

Los lejisladores del año 28 quisieron conciliar las opiniones i establecer una especie de compatibilidad en dos sistemas incompatibles. La institucion de las Asambleas es una de las condiciones del sistema federal, cuando tienen las prerrogativas que les confiere ese sistema; mas, las Asambleas sin facultades positivas son una verdadera irrision. Digámoslo de una vez: las Asambleas provinciales son los inválidos de la