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SESION EN 6 DE NOVIEMBRE DE 1832

tracion que siempre las consultó en sus actos administrativos, grabó su memoria en el corazon de los buenos chilenos i fijó la época en que por primera vez el país fué gobernado conforme a su Constitucion; todo ha mudado de aspecto al creer que podía mantenerse el mismo réjimen cambiando de sistema político. El Código de ochocientos veintiocho que, semejante al árbol funesto que Virjilio coloca en la puerta del infierno, parece que contiene en sí todos los males sociales, con su restablecimiento lo ha destruido enervado todo; i en mi concepto, si permaneciera en accion, el que desease el bien de la República, bajaría con la imajinacion al sepulcro i allí contemplaría los medios de constituirla i engrandecerla, como sepultados con las cenizas del que aun al morir se acordó de la Patria.

En este tiempo no se concebía hasta donde se podían estender las reformas benéficas, las mejoras e instituciones útiles que fuimos testigos de que, como las ondas de un torrente de prosperidad nacional, se sucedían las unas tras las otras; la prensa aun no bastaba para noticiarlas a la Nacion ni para anunciarlas al estranjero; i tal fué el estado del país, después de una guerra que lo cubrió de luto i llanto, que la májica paz que le sucedió, obligaba hasta al sencillo habitante de la campaña a espresarse en el sentir del poeta

Molli paullatim flavescet campus arista Incultisque rubens pendtbit sentibus uva.

Ahora, por el contrario, no diré que no se hace nada ni que todo permanece estacionario, pero sí, que se obra mui poco i se ejecuta con lentitud. Los periódicos no cesan de echar en cara el egoismo, la falta de espíritu público i el abandono en el desempeño de los cargos a que conducen las fórmulas constitucionales; por ellos se hacen saber las arrogaciones de facultades, las infracciones de garantías i hasta revoluciones causadas en los pueblos por los poderes constituidos por los constitucioneros de ochocientos veintiocho; i cuando podía esperarse del Ejecutivo el remedio de estos males, la Carta los proteje, porque a su reaparicion aquél ha venido a ser de nuevo el simulacro de una autoridad sin poder. Estas i las demás anomalías constitucionales, tan en nada conforme con nuestro estado político i el grado de nuestros conocimientos, tan en oposicion con el objeto de constituir a la República, como nos lo ha demostrado la esperiencia, esperaba fuesen ahora removidos en el proyecto que presentase la Comision; pero, observando el sistema que se ha seguido, en mi opinion nada se ha avanzado a este respecto. La reforma debía no haberse reducido a otra cosa que a sustraer de la Carta lo que no le pertenece, i añadir i declarar lo conforme con la opinion pública que en ella se encuentra envuelto con opiniones particulares. Para esto, solo hemos sido convocados i sobre lo que únicamente puede recaer reforma; lo demás, hablando constitucionalmente, es nada. Estenderse a mas, no puede hacerse sin arrogarse facultades que no se tienen ni pueden obtenerse de nadie en órden a formar constituciones. De consiguiente, si se deja existiendo el mismo conjunto de opiniones que forman la Carta, que ha causado males a la República i le embaraza su marcha, o si su reforma debe reducirse a la fórmula de sustraerla algunas i sostituir otras para que tambien sean artículos constitucionales ¿qué bienes ofrecemos i por otra parte, quién podrá indicar la diferencia entre este acto i el obrar de un déspota? Creo que, debiendo ser consecuentes con nuestros principios, si solo este resultado, que nace precisamente de un buen raciocinio, nos conduce a desechar el proyecto presentado, tambien juzgando de los sistemas políticos por sus consecuencias, esto mismo nos obliga a adoptar otro medio diverso al que se ha seguido para constituir al país. Hasta ahora las revoluciones repetidas, las intrigas, la desmoralizacion i corrupcion en las costumbres, la cesacion del imperio de la lei, i la justicia, en fin, la nulidad en todo, tales han sido los efectos de estos multiplicados folletos que repetidas veces se han hecho jurar a los pueblos como constituciones escritas, cuando solo han podido ser la recopilacion de pareceres uniformes de un determinado número de individuos que han compuesto los Congresos. Para negar esto, que nos ha enseñado la esperiencia i aun estamos palpando, sería necesario llamar en nuestro socorro al pirronismo, insistir en hacer una Constitucion a priori es un delirio, i pensar el establecer el arreglo en el fundamento de la lejislacion con solo fórmulas impresas, no puede imajinarse sin obrar en oposicion a las luces que decantamos de nuestro siglo. Los tiempos han cambiado i con ello todo ha sufrido un trastorno. Se dice que el lugar de la ignorancia i barbárie ha sido ocupado por la ilustracion i la filantropía, i si como se grita ha estendido su benéfico influjo hasta nosotros, debemos considerarnos en posesion de la filosofía, segun la máxima que se ha repetido continuamente desde fines del siglo 18. De cualquier modo que esto acontezca, los remedios de imajinacion han perdido del todo su poder; ya la piedra del águila ni el granate poseen su antigua eficacia de ahogar a los ladrones i de fortificar el corazon, ni la esmeralda la de conservar la inocencia i descubrir lo perdido; de consiguiente, si vemos que ha desaparecido aquella sencillez que profesaba esta creencia concediendo estas virtudes, en vano es, por no decir vergonzoso, presumir i ordenar que con juramento se crea que unas tiras de papel poseen la de conservar los derechos a los pueblos i afianzarles sus garantías. Si hasta ahora, por desgracia, se les ha mirado como el medio de organizar la sociedad, los hechos obligan a despreciarlo como demasiado pueril i si las circunstancias unidas a la imposi-