tancias del enemigo termina un tratado, que tan solo lo desmesurado de nuestras pretensiones i la soberbia de nuestras esperanzas pueden contemplar como un oprobio. Pero, me dirán, nuestro Jeneral se puso indiscretamente a merced de Santa Cruz i yo repito que no estuvo en su mano evitar este paso, sino que fué una consecuencia de las quimeras i suposiciones gratuitas que le manifestaron como realidades, i sobre cuyas bases fundó las operaciones de la campaña. Los que resolvieron acometer a un jigante con fuerzas de enano son responsables de las dificultades con que tropezó nuestro ▼ejército, i es necesario que muestren también arrepentimiento los que lo exijen del Jeneral ▼Blanco.
Entre los varios cargos que un periodista hace a este Jeneral, los mas esenciales son: de que permaneció inmóvil en Arequipa 30 dias sin dominar su campiña, ni atacar a Cerdeña; de que retrocedió cuando maniobró hácia Pocci i Puquina desmoralizando la tropa con una contramarcha; i por último, de no haberse retirado a sus buques para continuar la campaña por el Norte, convencido de la imposibilidad de seguirlo por el Sur, o, en último caso, de no haber librado una accion.
Examinémoslos lijeramente: todo proyecto o comision malograda suministra siempre un jérmen de reflexiones contra el encargado de desempeñarles; todos censuran sus procedimientos como otros tantos pasos que lo alejaban del objeto principal. Los interesados en el acierto lo acusan de poco activo i tachan de un continuado error todo su manejo; a todos se Ies ocurren motivos para haber obrado de un modo contrario, i no están al cabo de las circunstancias que lo determinaron a seguir la marcha que abrazó. La imajinacion pública se enciende; todos preven las consecuencias de tal accion, i las medidas que debieron tomarse para evitarla; todos saben aprovecharse de un lance favorable i precaver los accidentes imprevistos. Todos se tornan sabios i solo es necio el que dirijió la negociacion. Examinemos, pues, si el Cura es uno de estos censores ociosos i gratuitos, o si es justa su crítica; yo no responderé menudamente a sus observaciones, ni tengo a la vista mas documentos que la esposicion del Jeneral, i ella con las razones que por sí arroja este asunto bastan para desvanecer la debilidad de sus cargos. El Jeneral Blanco, interesado vivamente en su defensa, responderá victoriosamente a todas las objeciones, en el consejo que ha de juzgarle.
Luego que nuestro ejército ocupó a Arequipa, no permaneció inmóvil como se afirma, sino que el Jeneral Blanco tomó todas las medidas que sujería la prudencia. Aquél, exhausto con la fatiga ocasionada por una marcha penosa al traves de un desierto arenoso i ardiente, necesitaba algunos dias para recuperar su vigor.
El naufrajio de la fragata Cármen, en que iba el calzado, el vestuario de la tropa i las herraduras de los caballos, debía causar alguna demora en las operaciones de la campaña. Era necesario disponer i preparar el ejército para tentar un ataque, i esto fué lo que hizo el Jeneral Blanco con celeridad. El consagró su atencion a remediar las necesidades del ejército i a poner la caballería en disposicion de obrar. Proveer a la subsistencia del soldado, herrar los caballos i tomar noticias del número i puestos que ocupaba el enemigo, no era obra de un momento en medio de una ciudad desamparada, donde no se leía en los semblantes amistad alguna, sino la desconfianza i la adversion; sin embargo, el Jeneral, a pesar de estos obstáculos no desmaya; su constancia, la serenidad i heroismo de su tropa, inflaman su valor; provee dilijentemente a todas las urjencias, entabla relaciones con el Jeneral López, i en cuanto puede intenta despertar en los pueblos el amor a la libertad. No debía marchar precipitadamente, i sí, esperar que su llegada causase en el Perú i Bolivia alguna efervescencia en los espíritus que secundasen sus miras.
En todo procedió conforme a los anuncios que se nos hacían i a las instrucciones que llevaba. Si el Jeneral López, que se mostraba tan dispuesto a entrar en sus planes, por su indecision i timidez, lo burló; si la insurreccion de Bolivia, el movimiento de Oruro, se sofocaron i no fueron mas que una lijera vislumbre, un rayo de luz que se pierde entre los horrores i las tinieblas de la tempestad, ¿en qué puede culparse al Jeneral Blanco? ¿Dejó al enemigo reunir sus fuerzas, permaneció pasivo en Arequipa i no combatió a tiempo a Cerdeña? Pero él justifica su empeño por combatir; varias veces busca al enemigo i trata de sorprenderlo en Puquina i en Pocci. Este, sabedor de sus movimientos, huye, evita todo encuentro, i de estas tentativas no se logra mas que dispersar una partida de emboscados i hacer veinticuatro prisioneros.
Los que exijen que avanzasen a medida que se alejaba el enemigo, se equivocan groseramente. Yo no soi militar, pero internarse en un terreno desamparado, árido i desconocido, con un ejército débil, era cortarse la retirada i entregarse a Santa Cruz; i todos conocían que la intencion de éste, como la de los partos, era vencer huyendo. Nada mas difícil, mas riesgoso, i que pruebe mejor la pericia de un militar que una retirada en órden; i nada mas vituperable que verse por su petulancia cercado de un enemigo. La retirada de los diez mil griegos siempre merecerá elojios i la admiracion del Universo, i todos compadecerán a Craso que pereció a manos de los bárbaros por su presuncion i ciega confianza.
El Jeneral Blanco, no pudiendo, pues, atacar al enemigo, se acantona en Arequipa, esperanzado en que, engreido aquél con la superioridad, intentase desalojarlo de su puesto, provocando a una accion, o bien para procurarse una retirada