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SESION DE 23 DE DICIEMBRE DE 1836

Chile; devolvió dos buques que se le habían pasado; i concluyó de una manera honrosa para recibir, por gratitud de tanta generosidad como usó en Tiquina, los célebres tratados de Arequipa.


¿Quién, al examinar aquel documento de esclavitud, de humillante coloniaje, de vergonzosa tutela i de oprobio, no conoció la desigualdad i la injusticia? Los estranjeros tuvieron que admirar, los bolivianos que irritarse i muchos peruanos honrados que abochornarse. Tal fué el resultado de aquella negociacion que, dirijida por la alevosía, sorprendió la buena fé i la honradez del Ministro boliviano. El Gobierno de Bolivia, que recibió comunicaciones del señor Ministro mediador i del señor Latorre, por su propia delicadeza, tembló al negar su ratificacion, ámbos le decían: que si no aprobaba el tratado, justamente le acusarían de promotor de la guerra; que su posicion era crítica, que su honor padecería en América, i que forzoso era someterse. Un jefe lleno de pundonor, celoso de su gloria i amigo de la paz como el Jeneral Santa Cruz, se vió en la necesidad de aprobar el tratado de comercio con estas cláusulas poco mas o ménos: sin embargo que nuestro Ministro Plenipotenciario, faltando a sus instrucciones, ha comprometido la independencia i la dignidad de Bolivia en sus derechos mas esenciales; para manifestar nuestros deseos sinceros por la paz i buena armonía con toda nacion i particularmente con la peruana, aprobamos provisoriamente el presente tratado hasta que el Cuerpo Lejislativo lo examine, etc. etc. El tratado de comercio volvió al Gobierno, no me acuerdo por qué incidentes, cuando ya me había yo hecho cargo del Ministerio de Relaciones Esteriores de Bolivia. Previendo las terribles consecuencias que resultarían de poner en ejecucion aquel tratado de ignominia, aun por media hora, negué mi -firma para su aprobacion, dimitiendo el Ministerio a que se me llamó. Tomó el asunto otro carácter, el que frecuentemente dan lo que no tienen ni saben manejar las armas de la razon, insultos groseros, calumnias vergonzosas, suposiciones atrevidas, falsedad en los datos; i por fin, asquerosidades que mancillan la reputacion de los americanos i hacen odioso el derecho de la libertad de imprenta, fueron los argumentos del Gobierno peruano. Durante nueve meses he sufrido en silencio estos ataques, considerando que el entrar a la lid con ignorantes es colocarse a su nivel, i que el contestar a groserías es propio de jentes sin educacion porque se ven en la necesidad de usar el mismo lenguaje. El sacrificio de este silencio bien lo merecía mi patria, mi jefe i amigo, i yo mismo algo me debía, por mui poco que pudiera valer colocado en la altura de un Ministerio. Reunido el Congreso boliviano, reprobó el tratado i mandó poner en juicio al Ministro que le firmó. La discusion ciertamente fué acalorada, el debate se hizo interesante, i es una verdad que hubo pasiones en ejercicio; pero ellas fueron del amor a la patria, de la dignidad de hombres libres, i de los que prefieren la muerte a su infamia política, pasiones nobles i bizarras que honran a los pueblos que saben apreciar sus derechos. ¡Desgraciados de aquéllos que humildes besan su cadena! Justo es que sean esclavos de un déspota; i serán mas dignos de lástima si el opresor es hasta indigno de este nombre.


En el instante que el Gobierno recibió la leí de desaprobacion invitó nuevamente al señor Ministro Plenipotenciario del Perú a tratar de comercio, siendo la última estipulacion el resultado de las conferencias diplomáticas en que el Perú i su política aparecen mejor que nunca.


Firme en el principio de la soberanía de las naciones, probé a insistir que no debía ni aun mencionarse Cobija i Arica para imponer derechos a los productos estranjeros. Despues de una discusion bien acalorada en que por razones, por argumentos i doctrinas se me decía: el Jeneral Santa Cruz quiere la guerra; el Ministro Olañeta será mal visto en el Perú como el promotor de los disturbios, i otras cosas por este órden, pregunté si no podríamos llegar a un arreglo definitivo, dejando a un lado a Arica i todo lo perteneciente a los derechos con que se gravan los efectos europeos, se me contestó que nó, con toda la secatura con que Napoleon sabía arreglar estos negocios rodeado de todo el esplendor de tu poder. Nuevas reflexiones de mi parte i otras tantas evasiones nos condujeron al punto que voi a referir i que ciertamente escandaliza. Si no conviene Bolivia en el punto en cuestion, habrá guerra.


¿I no podremos conservar la paz? pregunté al señor Ministro Latorre. Respondió que temía no hacer el tratado, i que sobrevendría la guerra. Hé aquí un Gobierno que, negándose otro a tratar de comercio, le intimida con las armas, i mas notable será esta criminal conducta si la negativa no es para estipular sobre sus productos naturales, sino sobre arreglar en sus fronteras las tarifas al respecto de los estranjeros. Por última respuesta, dije yo que a la paz sacrificaríamos nuestros derechos, puesto que no había otro medio de conciliacion, ni de evitar un rompimiento. Apelo a la relijion del señor Latorre sobre la verdad de estos hechos, i cuando en sus conflictos no quiera decirla por la vergüenza que debe causarle, yo la publicaré bajo su firma. Las conferencias diplomáticas i el protocolo harán conocer los hechos desde que el Gobierno boliviano los dé a luz. Con toda esta declaracion de parte del Ministro Plenipotenciario del Perú, í no obstante de contener un insulto, el Gobierno cedió por el bien de la paz a la imposicion de derechos en sus fronteras terrestres.


Antes de haber pactado este nuevo arreglo de comercio, el Gobierno pidió facultades para concluir i ejecutar el tratado que hiciera con el Perú. Lleno del honor i firmeza que caracterizan al Congreso de un pueblo libre, el de Bolivia se