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CÁMARA DE DIPUTADOS

también el principio del desorden de sus rentas. Por una parte, la necesidad de prepararnos a repeler los ataques esteriores con que nos vimos amenazados, i por otra, los enormes gastos que ocasionó poco despues la guerra de la Independencia, agotaron nuestros recursos ordinarios, i pusieron al Gobierno en la dolorosa precision de repartir contribuciones para sostener con éxito la lucha en que se halló empeñado contra un ejército invasor.

Desde esta época data el oríjen de la deuda interior i la ruina del sistema económico, que ya no tuvo regla fija ni otros límites que las exijencias de la República, i la forzosa obligación de llenarlas. Si a los donativos i empréstitos impuestos en aquel tiempo, agregamos las prorratas arbitrarias, las requisiciones militares i todos los males de una guerra informe en que el encarnizamiento de los partidos aumentaba la devastacion de las mas opulentas provincias del Estado, podremos fácilmente concebir cuáles fueron las causas del aniquilamiento de la riqueza pública, i el oríjen de los conflictos a que se han visto despues reducidos nuestros Gobiernos por la falta absoluta de recursos para cubrir los gastos de la administracion.

Ocupado infortunadamente el pais en 1814 por las armas enemigas, i sometido al dominio de su antigua Metrópoli, permaneció dos años i cuatro meses bajo un réjimen permanente de espoliaciones que era el que mas convenía a los designios de sus recelosos opresores. Ni mejoró de condicion cuando en Febrero de 1817, despues de la victoria memorable de Chacabuco, fué recuperada la capital i las principales provincias de la República, pues subsistiendo siempre la necesidad de continuar la guerra para perseguir al ejército español hasta los reductos que le sirvieron de asilo en Talcahuano, los gastos del armamento considerable que entónces se aprestó debían sacarse del pueblo, sin tener cuenta con sus anteriores sacrificios.

Libre al fin el territorio de Chile de las tropas con que el Virrei del Perú, por la tercera vez, lo había invadido, se concibió el audaz proyecto de formar una escuadra para disputar el dominio del Pacífico a la armada española que bloqueaba nuestros puertos. Los gloriosos ensayos de la marina nacional franquearon mui luego el camino a la respetable espedicion que en 1820 llevó la libertad al Perú, i preservó a nuestro suelo de los peligros con que se veía continuamente amenazado.

Tan costosos aprestos exijían sumas inmensas, que se reunieron por medios estraorditiarios. El primero fué la confiscacion o secuestro de las propiedades pertenecientes a todos los partidarios del Rei de España, que habían fugado al aproximarse el Ejército restaurador. El segundo la imposición de gruesas contribuciones sobre los enemigos de la Independencia, i despues indistintamente sobre los capitalistas nacionales. El tercero un descuento jeneral en los sueldos de los empleados civiles i militares, con la promesa de reintegro en mejores circunstancias. Pero, no bastando ni el producto ordinario de las rentas, ni estos arbitrios estraordinarios, con que el Gobierno intentó suplir su déficit, para llenar los gastos del servicio público, faltaron por último los pagos al Ejército, a los empleados i a los contratistas, i se formó una acumulacion progresiva de deudas que hicieron cada dia mas difícil i espinosa la direccion del departamento de Hacienda.

En aquel tiempo se negoció también con obligaciones onerosas un empréstito estranjero de 5.000,000 de pesos que llegó a nuestro poder considerablemente disminuido, para ver invertir su mayor parte, por una fatalidad inesplicable, en objetos improductivos i sin provecho alguno del Estado.

Dos espediciones dirijidas sobre Chiloé para echar de sus últimos atrincheramientos a los restos del ejército español; i la guerra desoladora que sostuvieron con increíble audacia diversos caudillos de bandidos, prolongaron los embarazos de nuestra situación, cuando debíamos esperar el goce tranquilo de los beneficios a que era acreedora la heroica constancia del pueblo chileno.

Si a lo ménos nuestros infortunios hubieran sido solo obra de los enemigos de la libertad, en poco tiempo, bajo el amparo de leyes protectoras, i a la sombra de la Independencia i de la paz, se habrían reparado las pérdidas i cicatrizado las heridas del cuerpo social. Pero nos faltó la cordura despues de la victoria, i entregados a nosotros mismos fuimos fácil presa de la inmoderada ambición de algunos jefes de partido, o el juguete de aquel frenesí democrático que se apodera de la multitud luego que quebranta el yugo i salva las barreras que la habían tenido por largo espacio reprimida. La perversión de la moral pública hizo, pues, que las revoluciones se repitiesen incesantemente, porque servían de medio para obtener destinos o de escala para lograr ascensos. Así hemos visto, aunque sea sensible este recuerdo, conspirar por adquirir un empleo i volver a conspirar para conservarlo.

Miéntras tanto la direccion de las rentas corría igual suerte que el órden político de la República, sujeto a perpétuos vaivenes bajo de Gobiernos precarios i sin consistencia. Los Ministros, que se sucedían unos a otros rápidamente, apénas lograban desembarazarse de los apuros del momento, recurriendo muchas veces a arbitrios ruinosos; i nadie con justicia puede imputarles los males que no tuvieron tiempo ni oportunidad de remediar. He trazado este imperfecto bosquejo de los hechos que precedieron al movimiento revolucionario de 1829, para dar al Congreso una sucinta idea del estado en que se hallaba la Hacienda Nacional el i.° de Julio de 1830, época de mi