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CÁMARA DE SENADORES

bitantes, fundado en la conviccion de los aliados sobre este punto; la necesidad que ellos tenían de nuestro apoyo, la debilidad de los enemigos i finalmente, porque, entrando a la tierra con el grueso del Ejército permanente, tres mil cívicos, se lograría cuando no la completa posesion del territorio, al ménos el fijar mas adelante la línea de frontera, aterrando a los enemigos i forzando a los amigos a ser fieles en sus compromisos.

Este pensamiento, aunque no fué aprobado en todas sus partes, no fué tampoco desechado i, en su consecuencia, se pidieron al Jeneral mas esplicaciones acerca de él, con el plan, presupuestos i otras noticias oportunas para poder examinarlo con detencion, a fin de asegurar su éxito en el caso de que se realizase. Miéntras jiraban estas comunicaciones, se avanzó la estacion sin haber tomado una formal resolucion; pero, siendo de absoluta necesidad refrenar la constante i feroz audacia de los enemigos, i asegurar como se ha dicho la amistad de nuestros aliados, se hizo una entrada a la tierra, ménos séria que la ántes proyectada, mostrándoles de este modo nuestra buena disposicion para sostenerlos i ayudarlos a recuperar las posesiones i bienes que habían perdido.

El objeto pues de esta espedicion, no fué otro que imponer i castigar sériamente a los indios, por los daños que continuamente nos causan, i restablecer a los amigos en sus posesiones, particularmente a Colipí, nuestro mas fiel aliado; trabajando con esta ocasion atrincheramientos que por su propia utilidad debían defender los indios amigos, con la ayuda de alguna parte de nuestra tropa.

Ya se ha dicho que esto mismo habían pedido los indios con empeño; mas, a pesar de esto, cuando algunos de ellos se creyeron talvez satisfechos i vengados con los escarmientos que hicieron a los enemigos en algunos encuentros, el capitan Zúñiga, ultra cordillera, i de este lado el Coronel Letelier, Comandante García i capitan Luengo, naturalmente veleidosos i traidores, formaron un plan secreto en union con los indios enemigos para atacar simultáneamente a nuestro Ejército en todos los puntos en donde se encontrase, concluir con Colipí i demás caciques que no entraron en la liga i que ni aun fueron convidados, i asaltar nuestras fronteras. El plan fué puesto en ejecucion, pero felizmente fueron batidos por nuestro Ejército al que no pudieron ofender, lo mismo que a Colipí por haber sido avisado oportunamente, logrando solo hacer algunos robos en la frontera, i perpetrar algunos asesinatos crueles, entre los cuales fué notable el que ejecutaron en un oficial de nuestra línea que viajaba por entre ellos confiado en la amistad. De aquí nacen todos los males que se lamentan por jente bien intencionada; pero seguramente equivocadas con falsas o abultadas relaciones de hechos que, no siendo de esta época, se refieren maliciosamente con el objeto de hacer recaer odiosidades sobre el jefe que dirije aquella campaña i que, a la verdad, son bien ajenas de su bien conocido carácter.

Se lamentan carnicerías, que con razon hieren la sensibilidad de hombres civilizados í cristianos; se grita contra la estraccion que se hace a veces de indíjenas de ámbos sexos i de todas edades. Respecto la buena fé de los que solo miran en estos actos la irritacion que produce en los bárbaros el despojo de sus hijos i mujeres; repruebo también las carnicerías que no sean necesarias en la guerra, pero, debe tenerse presente que no son aplicable a los bárbaros los principios que rijen entre las naciones civilizadas; que los jóvenes que se estraen i que se reparten entre nuestras familias, no se hacen esclavos; que solo los toman para hacerles prestar un moderado servicio, por lo regular doméstico, a trueque de educarlos en las máximas del cristianismo, i que el civilizarlos es no solo un bien inmenso para ellos sino también para el Estado, que disminuye con esta presa una raza carnicera enemiga i destructora de la parte civilizada i útil de nuestra poblacion.

Las mujeres, a mas de conseguir los mencionados bienes, logran también no concebir en sus vientres fieras silvestres tanto mas peligrosas que el tigre.

Nadie ignora que es lícito reducir a toda clase de enemigos, i mui particularmente a los bárbaros a un estado de absoluta nulidad, de modo que no puedan ofender. Si este pueblo se hallase rodeado de otros civilizados, si se encontrase en medio de la Europa cristiana, culta i filosófica, i con las mismas dificultades que nosotros para civilizarlos ¿deberían respetar o respetarían aquellos pueblos esos derechos de humanidad i filantropía?

¿No es evidente que lo aniquilarían para preservar sus fronteras de sus frecuentes i horrorosas incursiones? ¿I por qué entónces se acrimina tanto a nuestros soldados, porque estraen familias como presas de la guerra, porque incendian algunos campos cuando lo exije la necesidad de la campaña; porque aprehenden los ganados que el enemigo abandona en una retirada o derrota i no compadecen nuestras familias constantemente asaltadas i degolladas, nuestras fortunas robadas i nuestros campos incendiados?

Tan estraño modo de discurrir solo puede esplicarse por la simpatía de nuestro corazon hacia un pueblo valiente, cuyas proezas i gloriosas hazañas han sido cantadas aun por sus enemigos; cantos que con razón inflaman nuestras almas contra los conquistadores españoles, i que en algunas personas llega a tal grado, que les hace olvidar que hoi son nuestros enemigos fieros i encarnizados, como lo fueron de los españoles i lo serán de todo el mundo.

Mas, lo que hai en realidad i lo que todos sienten, sin exceptuar los finjidos detractores de la guerra, es que no tenga buen resultado una espe-