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SESION DE 12 DE SEPTIEMBRE DE 1834

rán de cobardía, tenemos precision de hacer una protesta anticipada, que enfrene algún tanto el entusiasmo de nuestros censores, i les indique que no pensamos del modo que ellos nos imputan. Confesamos que no puede haber sociedad sin relijion, i que, profesando Chile la católica, apostólica, romana, el Gobierno debe conservarla con las rentas i defenderla con las fuerzas del Estado. Reconocemos también la necesidad de que haya establecimientos de educacion para las personas que se dediquen a la carrera eclesiástica, a fin de que puedan desempeñar los importantes i delicados cargos que contraen; pero jamas consentiremos en que el poder eclesiástico humille la autoridad de la Nacion, i ménos que las Cámaras Lejislativas favorezcan esta humillacion.

Dijimos en el número anterior que el motivo de esta disputa es la separacion que se intenta del Seminario eclesiástico de la casa del Instituto Nacional. Para conseguirlo, se forjó un proyecto de lei que, por la oposicion que tuvo, se solapó de un modo que la piedad de la mayoría de la Cámara de Diputados le prestó su aprobacion. Pasó al Senado i despues de haber sido aceptado en jeneral, se procedió a la discusion del primer artículo.

En esta sesion i en la que hubo el 5 del corriente, solo se trató directamente de la indicacion verbal que hizo el Ministro de Hacienda, Senador don Manuel Renjifo, pidiendo algunos datos i también la palabra para el caso en que su proposicion fuese desechada por la Sala, como efectivamente lo fué, i se levantó la sesion, o mas propiamente se dejó pendiente la discusion particular, pues nada se había hablado en favor ni en contra de lo que se dispone en el primer artículo.

En la sesion del 10 se presentó otra indicacion del Senador Gandarillas, contraída a dos puntos: primero, poner en palabras castellanas, correspondiente al objeto i en forma de lei el proyecto de la Cámara de Diputados; i segundo, que se demorase la deliberacion por treinta dias. Lo primero parece cosa mui llana i propia de un Cuerpo lejislativo del siglo XIX. Lo segundo puede ser mal interpretado; pero, si se atiende a que poco tiempo ántes había accedido el Senado a una demora semejante, sobre una lei que aunque de mucha urjencia no era de trascendencia jeneral, porque no ponía en combustion las opiniones relijiosas, se concebirá fácilmente que esta parte de la indicacion fué aconsejada por la prudencia.

No fué atendida la indicacion por el suceso que referimos ántes; i creímos que en la sesion siguiente se discutiese como correspondía el primer artículo de la lei. A fin de contener el espíritu de maquinacion que habíamos descubierto, escribimos aquel artículo, que se publicó tarde; pero, aun cuando hubiese salido en tiempo oportuno, ningún efecto habría producido, por que para los caprichos vestidos con el ropaje de relijion, no hai mas raciocinio que: HÁGASE PORQUE HAI NECESIDAD DE QUE SE HAGA, i se manda que se HAGA. Esta respuesta es la mas moderada que puede oir el liberal que se atreve a entrar en disputas con los entusiastas; pues, si avanza un poco, recabe una descarga de adjetivos que le tratan de IMPÍO, IRRELIJIOSO, HEREJE, O cuando ménos de JANSENISTA, palabra adoptada en la política eclesiástica para denigrar los hombres eminentes que, en medio de las persecuciones, tuvieron valentía para demarcar la línea que separa el poder temporal i el espiritual de los Papas [1].

Así fué que, en la sesion del 12, se declaró por suficientemente discutido el primer artículo, i se aprobó por la mayoría combinada. Se pasó al segundo i sin discusion ninguna, porque a juicio de tal mayoría era conveniente, se aprobó también. Había en la Sala dos individuos que podían haberse opuesto a esta manera de proceder, pero intimidados seguramente por el sufrajio uniforme de nueve SILENCIOSOS en discutir, i gritones en votar, se redujeron a un NÓ, que ha servido de tema para divertir tertulias, i provocar sarcasmos; para ostentar el fátuo triunfo de una política que la decencia no nos permite llamar infame por el modo de conducirse, pero que la conveniencia pública nos obliga a reprobar, porque su propension es dejar a las jeneraciones futuras en el mismo estado de abatimiento en que se hallaba la pasada. Con un ¿QUÉ SABE USTED? con no oir, ni permitir hablar, se impone silencio al grito imperioso de la historia sagrada, civil, profana, eclesiástica, científica; se desprecian todos los conocimientos que ha hecho la civilizacion de la especie humana, por tributar respetos a ciertos actos de la Corte de Roma. No hablamos del

  1. Para que se de a la palabra jansenista la significacion que le aplicamos, pedimos se medite un poco sobre las que oimos todos los dias, de estanquero, pipiolo i pelucon: i que se recuerde el siguiente retazo del exámen de delitos, pajina 266... "En las conmociones de los pueblos han adoptado siempre las facciones, la política detestable de destinar ciertas palabras a la proscripcion, como el grito para alarmar al vulgo deslumbrado, i la señal de perseguir a los que tienen por de otro partido. En nuestros dias lo hemos visto en la portentosa revolución francesa los nombres de aristócratas i patriotas eran la proclama de devastacion en la Francia. Estas voces horrendas cegaron de cadáveres las calles de Paris, i halagaron de sangre las provincias. ¡Españoles incautos i alucinados! La patria no ha salido de su crisis; i no saldrá sin los oficios reunidos de todos sus hijos. Entre nosotros no han quedado mas enemigos suyos, sino los que susciten la division. Quien esparza esas notas de improperio i desconfianza, siembra la discordia, el rencor, la guerra intestina; donde ¡infelices de nosotros si algún dia se enciende la tea fatal, para abrasar la desventurada España! Si llegase (¡oh! ¡no lo quiera el cielo!) El momento de nuestra ruina, que han preparado, sin conocerlo, los autores de la division. Españoles, acordaos; yo os lo aseguro desde ahora: la señal del acometimiento, el grito de venganza i de muerte, han de ser las palabras excecrables de afrancesados i traidores. El destino ha consignado en esas voces infandas la pérdida de la nacion, que negó a los enemigos eternos. ¡Qué perezcan en el olvido! ¡Qué no salgan mas de vuestros labios si no amais los destrozos i la desolacion