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COMISION NACIONAL

uniciones sobrantes despues de municionados a tres paquetes.

Observé que el que comandaba era el cabo de la 1.ª, Bernardo Pérez, pues al preguntarse por mí quién era el autor de aquel movimiento i con quién me debia entender, se me contestó por éste que con él. Salió al frente, i héchole por mí los cargos del buen trato, i la exacta asistencia en un todo, con cuanto mas pudo sujerirme la prudencia i el tino con que debia conducirme en aquel caso a fin de retraerlos al órden, se me contestó que todo era mui cierto, pero que carecian absolutamente de sus pagos, que se hallaban debiendo en el pueblo; que no tenian lo necesario de sus vicios, i que precisamente ántes de deponer las armas habian de ser completamente ajustados.

Se le reprodujo por mí que el Gobierno no podia hacer mas que lo que hacia; que acababan de recibir un vestuario; que trescientos i mas pesos se me habian suplido a crédito en el pueblo para socorrerles seis dias ántes; que se esperaba al oficial conductor de caudales por momentos, en que serian socorridos de un modo bastante: que un escuadron, que jamas habia dado que notar en este órden me era mui sensible lo verificase ahora, en un pueblo de quien habia merecido las mayores consideraciones i mejor hospitalidad. Le hice infinitas otras reflexiones; pero tenaz en su capricho, unas me rebatia i otras me despreciaba.

Viendo su terquedad traté de entrar en pacto, i despues de varios debates quedamos acordes en que si se les daba cuatro pesos a cada uno, cesarian de la empresa. Convine en éllo i me fui al Ilustre Cabildo que se hallaba reunido, e igualmente a la Asamblea, para que ambos cuerpos meditasen de dónde debía salir este dinero.

A mi presencia se llamó al teniente de ministros quien contestó no tener un real: a continuacion al administrador de ramos estancados quien dijo no existia en su poder la cantidad que se necesitaba. En este caso acordaron los cuerpos reunidos se exijiese de los vecinos pudientes el déficit.

En estos momentos se me da parte, por los espías que ya yo tenia, que se decia públicamente en la guardia de la cárcel que admitirian de pronto los cuatro pesos, pero que no depondrian las armas hasta saquear el pueblo. El Cabildo que se habia reunido en su sala fué contenido por esta guardia, el que consiguió salir a fuerza de protestas. El comandante de Nacionales don José Santos Mardones fué sorprendido entre dos i tres de la mañana en su casa de habitacion; se le quitó la llave del almacen de armamento i municiones de su cuerpo, i se le condujo preso a la cárcel con algunos otros oficiales del batallon Chacabuco que se hallaban fuera de su cuartel.

Notándose esta falta al momento de ser citado por mi i sabiendo se hallaba preso, me dirijí a la guardia i haciendo el mayor arrojo, acompañado solamente con los oficiales, tenientes Arteaga i Barraza i alférez Anguita, que acababan de lograr escaparse de la prision en que los tenia la tropa. Con éllos puse en libertad a Mardones i tres oficiales del Chacabuco.

Los sublevados, aprovechándose del tiempo, colectaron caballos de los vecinos sacándolos de donde los encontraban. Volví segunda vez al cuartel, i aunque encontré mas tenaz obstinacion conseguí sacar de la prision a los oficiales i colocarlos en sus puestos, pero desarmados.

Di cuenta a las corporaciones civiles del estado de gravedad en que se hallaba la sublevacion, pues ya habian dado principio a forzar la casa de estanco. En este caso acordé se reuniese una junta de guerra compuesta de capitanes arriba para que en ella se resolviese lo mejor que debia convenir.

Efectivamente se acordó que sin perder momento, se repeliesen los sublevados con la fuerza del batallon Chacabuco i el cuerpo de Nacionales que ya estaba reunido. Se dió parte a la Asamblea i Cabildo de la resolucion antecedente, i estando ambos Cuerpos conforme en la determinacion por ser llegado el último caso, i que se habian ya tocado lodos los medios que dicta la buena razon, puse en práctica el ataque dando al efecto las órdenes siguientes. Al bravo teniente Barraza lo estaqué con 20 hombres a forzar i tomarse a todo trance la guardia de la cárcel, por ser la mas importante, pues se hallaban bajo su custodia los diez mil tiros i el armamento de Nacionales. El batallon, en seguida de la vanguardia, marchó bajo mis órdenes a distancia de 50 pasos. La intrepidez del teniente Barraza hizo rendirse por la fuerza a la citada guardia a pesar de haberse sostenido con vivo fuego.

Al momento volví a reencarcelar los presos que habian sido puestos en libertad por los sublevados: inmediatamente de desarmarse la guardia i puesta en prision, encargué la custodia de aquel punto al comandante Mardónes con ciento veinte hombres de su cuerpo. Incontinenti tomé la direccion a mi cuartel, marchando a mi vanguardia el citado oficial Barraza con su partida descubierta. Al sarjento mayor Navarro ordené que con la mitad de su batallon tomase una calle i yo otra con la otra mitad. Así que fuimos vistos, rompieron el fuego los Cazadores, habiendo sido antes invitados con el perdon por el oficial Barraza sí se rendian, a lo que se contestó con el fuego en cuya primera descarga cayó este bravo oficial digno de los mas altos encomios por su comportacion e intrepidez. Roto el fuego, fue preciso contestarles. Avanzó mi tropa, i despues de media hora de vivo fuego sostenido por los Cazadores desde las torres, ventanas del coro i su línea en la plazuela, conseguí la victoria con habérmeles ido a la bayoneta.

Desorganizados i puestos en fuga por el inte