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CONGRESO CONSTITUYENTE

lativo destinado a dictar la Constitucion política.

¿I acaso con semejantes elementos se varió la forma esencial del Gobierno que nos rejia? Hubo alguno siquiera que se atreviera a proponerlo? Pues seguramente no convenia con las lecciones de la esperiencia una idea que no ocurrió a ninguno de tantos individuos sabios, respetables, libres, i cuando enmudecieron las prensas absolutamente sin trabas i la tribuna de la lejislatura estaba abierta para todos los ciudadanos.

Pero los pueblos estaban conmovidos i las mejores instituciones no hubieran podido contener el jérmen desorganizador que los ajitaba. Las leyes mas benéficas, frutos de la sabiduría i la esperiencia, hubieran sido igualmente abatidas, como lo fué la fundamental del Estado sin haber formado otra que la sustituyese. ¡Época fecunda en errores que siempre oscurecerán el brillo de una República triunfante! Lo cierto es que habia intereses secretos i los descontentos que ya sabian el camino de satisfacer sus miras, prevalidos de la debilidad de una provincia, a quien le cupo en suerte ser el teatro de la guerra, i siempre el cáos eterno de nuestros mejores recursos, buscaron en ella su asilo i alzaron la voz para derrocar los gobiernos, dividir la administracion i sumerjir al pais en los horrores de la desoladora anarquía. Entonces fué cuando en la necesidad de buscar pretestos para justificar errores, apareció con faz amenazante el sistema de la federacion, al modo que en la oscuridad de la noche se hace ver el relámpago precursor de la tempestad ominosa. Nada se omitió por jeneralizar este plan; los federalistas aprovechándose de un momento de abandono, en que los ciudadanos juiciosos desesperaban de la felicidad pública, se apoderaron de los principales destinos e hicieron resonar incesantemente las prensas i las cámaras lejislativas con el eco de su malhadada opinion. Desde el principio se quitaron la máscara i se negaron abiertamente a toda transaccion amigable. Para ellos nada valia la libertad de que gozábamos bajo las formas anteriores; la soberanía popular, las garantías individuales, la libertad de imprenta, la participacion indistinta de todos los ciudadanos a los destinos públicos, el comercio libre, los progresos de la industria i la tolerancia civil de opiniones relijiosas, eran ventajas efimeras que en nada distinguian nuestra situacion presente de la antigua opresion peninsular. En su dictámen, no hai mas ilustración que la que se adquiere a costa de la ociosidad, en la barra de los Congresos que deben hormiguear en la República, a pesar de los enormes costos i males de su reunion; i son despreciables las luces que comunican los progresos de la industria, el aumento de los capitales i el fomento de los establecimientos útiles. Estos tampoco pueden promoverse en las provincias, aunque se les concedan atribuciones económicas para su réjimen interior, i solo con una libertad ilimitada gozaran los grandes beneficios que toda la accion del Gobierno no ha podido comunicar a los pueblos que le rodean.

Cuando se ha tratado de dividir la República en fracciones independientes, parece que se ha procedido con la intencion de atrepellar las mas poderosas consideraciones, i fundar un sistema sobre las ruinas del órden establecido aquí por la misma naturaleza. Nada ha pesado en la balanza de los federalistas la uniformidad del idioma, relijion i costumbres; la union íntima i contigüedad de unos pueblos con otros, que parecen formar una sola familia indivisible; la calidad de producciones de las diferentes provincias, cuya subsistencia es precaria i pende recíprocamente de las otras; la notable diferencia en sus intereses i recursos, por lo que las mas débiles, a las mas pequeñas discordias, debian ceder i humillarse al influjo de las mas poderosas; la suma escasez i pobreza en algunas, que no pudiendo subsistir sin los auxilios de la union, se verian sin cesar reducidas al pupilaje mas contrario a sus instituciones federales; la nulidad de sus rentas para sostener la multitud de empleados que supone la division de poderes de una república cualquiera, en circunstancias que algunas Asambleas muchas veces no han tenido con qué proveer a los gastos de sus secretarios; i finalmente la poca ilustracion i la falta de hombres en los pueblos para desempeñar los innumerables destinos que la nueva planta exijia. Se decantan sobremanera los progresos de la ilustracion en los pueblos, i se puede conceder sin tropiezo que son mui grandes en comparacion de la suma ignorancia en que les tenia sumerjidos la dominacion española, i mui pequeños a proporcion de las luces que requiere una república federada.

Para comprobar este acertó, citaré un solo hecho que por ser tan conocido me releva de toda demostracion. Talvez por inquirir el estado de ilustracion de las provincias, se ordenó en la convocatoria al último Congreso que los Diputados fuesen nacidos o vecinos de los pueblos que los nombraban. ¿Qué sucedió? Los pueblos no pudieron resistir a esta prueba, i la Nacion chilena vió formarse en su seno la Representacion Nacional de 1826!!! Fatal desengaño! ¿I cuál será la suerte de las lejislaturas parciales de provincias, en cuyas capitales talvez no se encuentran individuos aptos para desempeñar las funciones de un pasivo ayuntamiento?

Considerando el estado de nuestras relaciones esteriores con las Repúblicas vecinas, no podia aparecer un proyecto mas importuno que el de dividir la nuestra, cuando mas que nunca necesita la concentracion de sus fuerzas. Amenazada de un lado por los furores de un déspota conquistador, cuya ambicion no conoce límites, i de otro, por el ejemplo pernicioso de un esta