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CONGRESO CONSTITUYENTE


Núm. 400


Discurso Que Pronunció El Señor Elizondo, Presidente Del Congreso, El Dia De La Instalacion De Este Cuerpo, Despues Que Se Retiró De La Sala El Poder Ejecutivo[1].

Ciudadanos representantes:

La Nacion os llama a constituirle; es un deber obedecerle; ella lamenta el difícil prolongado tiempo en que faltó una lei fundamental a la asociacion chilena. El despotismo, la anarquía, males consiguientes a la falta de organizacion política han podido darnos un triste escarmiento. La índole suave, el carácter benigno de nuestros pueblos, ha sido el ante mural a las desgracias; la vijilancia del Gobierno no habria podido sufrir el vacío horrible, el defecto horroroso, de esa lei fundamental; no obstante, ¿cuántas oscilaciones populares no inspiraron el temor mas justo de guerras intestinas? ¿Cuántas veces no temísteis los estragos desoladores que han sufrido i padecen aun otras repúblicas nuestras amigas? Pueblos libres sin una carta de asociacion, sin un pacto solemne que garantice sus derechos, determine sus atribuciones i legalice sus procedimientos, presentan la desconsolante idea de un bajel sobre las inconstantes olas, sin réjimen, sin direccion, sin acierto, sin otro norte que el de la casualidad, que tan presto se le divisa acercarse a la ribera, cuando se le ve alejarse precipitadamente sobre escollos en que por necesidad perece.

¿No es este con propiedad el retrato de una nacion libre sin Constitucion? Pero ¿a qué fin detenerme sobre verdades tan conocidas, sobre males que los pueblos i la Nacion han lamentado tantas veces? Los Congresos que nos precedieron no han podido remediarlos: huyóse de ellos la gloria de dar la Constitucion chilena.

¿Desesperanzará el presente de obtenerla? De ninguna suerte. Confesémos, que si aquellos no acertaron con el designio, nos han dejado al ménos marcadas con la esperiencia las sendas que debemos emprender i los riesgos que debemos evitar; faltaron por entónces ejemplares: una multitud de sucesos imprevistos fué natural ahogase aun la respiracion de aquellos cuerpos representativos; nosotros tenemos la conviccion de aquellos resultados, conviccion que nos hace ménos dignos de disculpa.

La contraccion al solo objeto de constituirnos, la resolucion constante, un impulso activo suministrado a la idea que en justicia concibais los Representantes, sobre el sistema de gobierno que deba rejir, despues de un exámen imparcial i sério que le haga conocer benéfica a la Nacion; son los elementos precisos, los medios únicos que llevarán al cabo a la mayor obra en política. ¿A quién faltarán jamás obstáculos e inconvenientes que vencer? La animosidad de Jefferson en Norte América le preparó el triunfo político que aun no alcanzaron el inmortal Washington i el grande Adams: los pueblos tienen todos sus semejanzas; es necesario observar lo que en otros ha sucedido.

Sobre todo: el pronunciamiento de la voluntad de los nuestros, la decidida proteccion del Congreso hácia la relijion católica que profesan, la indemnizacion de las habitudes justas de que usan, la consideracion sobre la localidad, circunstancias i aun temperatura del país, son las llaves que aseguraron a los lejisladores sabios el acierto de los establecimientos políticos. Recordadles, señores. —He dicho.

Santiago de Chile, Febrero 28 de 1828.

  1. Este documento ha sido tomado de la Clave, Vol. 1827-1828, (pajina 55). —( Nota del Recopilador.)