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SESION 2 DE JUNIO DE 1828

ser iguales los requisitos que se piden para violarlos. Un mandato escrito que no se funde en pruebas suficientes, puede mui bien ser un rasgo de opresion, i la resistencia a la opresion es el primer deber de los hombres libres. Hacer constantemente la guerra al poder arbitrario es el único medio de perpetuar el imperio de las leyes.


Núm. 34

Señor:

Cuando el taquígrafo espuso a V. S. en favor del escribiente que le ha acompañado, creí con justicia que hiciere otro tanto conmigo el redactor. Desde el instante que se le nombró a este individuo, he sufrido el sacrificio de acompañarlo, no solo en clast de un escribiente como se me nombró con anuencia del Presidente de la Sala (que lo era el señor Elizondo) sino también como a un criado, aun para las cosas mas serviles; pero desgraciadamente este individuo no ha hecho presente mis servicios con que he desempeñado mi cargo como lo han visto varios señores de los que se hallan presentes. Dígalo el señor Secretario Fernandez, la porcion de veces que fui a su casa despues de haberle llevado su discurso i los pasos que me costó para que lo corrijiese i de allí se llevase a la prensa. Dígalo el señor Navarro que me precisó fuese a su casa a escribir el discurso por no haberle hallado conforme con el que hahia dicho en la Sala, i para esto me tuvo hasta despues de las doce del dia escribiendo, porque fué preciso hacer otro de nuevo. Dígalo el señor Novoa, que mucha parte de la mañana estuve a vueltas por haberme dicho que volviese a varias horas de ésta, hasta que por último llegó cerca de las tres de la tarde, donde, a pesar que lo llamaron a comer varias veces, no quiso hasta tanto hiciere el discurso de nuevo, por cuyo motivo i porque no se me culpase por el redactor me quedé ese dia sin comer. Dígalo el señor Elizondo, que me hizo hacer varios viajes a fin que me despachase luego para seguir yo escribiendo lo que habia de trabajar. Dígalo el señor Orgera, que al cabo de tantos viajes, unas veces por hallarse en Apoquindo, otras por sus ocupaciones i, por último, hasta esperarle despues de la oracion, a cuya hora tomó la pluma, i allí delante de otros señores echó una raya en la mitad del papel i me dijo: "Esto está bueno i esto está malo; compónganlo allá."

Señor, estos sacrificios me eran indispensables el dejarlos de hacer a fin de que el redactor no me culpase i echase una pesadumbre por la cara o reprensión, como lo tiene de costumbre.

Dígalo también el señor Pradel, las varias veces, tanto por el discurso, como por varias actas que prestó al redactor que tuve que ir a su casa. Dígalo el señor Magallanes, que por sus ocupaciones no pudo componer su discurso i me hizo hacer varios viajes hasta que lo conseguí, quedando casi incapaz de andar. Díganlo los de la prensa, que ya estaban aburridos o medio locos i no querían seguir imprimiendo por las muchas correcciones que les mandaba el redactor, i estos eran pasos que yo daba, porque a fuerza de pedacitos de papel que me hacia hacer despues de haber llevado a la prensa la redacción, correjía las pruebas que se daban, porque despues de esto si se le ocurría otro pensamiento mejor, rompía aquello, i me hacía borrar lo que habia escrito, tal, que con tantos viajes ya no tengo botas con que andar.

El taquígrafo ha pasado dos redacciones i solo una se ha dado a la prensa, porque la otra que hai, la veo sobre los asientos sin trabajarse, no sé por qué, cuando hace mas de diez dias que el taquígrafo la entregó i así es que todo este tiempo, aunque iba tarde i mañana, me salió con que no habia que hacer; hasta este viérnes, que hace hoi cuatro dias que ha puesto otro escribiente en mi lugar, no se por que causa; acaso sea porque de aburrido el otro dia le fui a llamar a casa de una jóven donde se hallaba redactando sesiones de Cupido, o por haberle dicho al taquígrafo que se hacia mui poco en la redacción por habérmelo preguntado el dicho, i haberlo sabido él. Pues desde entónces me ha negado la habla, i si es que me he presentado tarde i mañana, despues de tenerme de plantón allí me ha dicho que no hai que hacer.

Señores: no es mi intención agraviar a este individuo, ántes por el contrario, confieso las buenas luces que tiene i que es acreedor a un empleo honorífico, pero. .. yo a veces me hallo atacado de varios sujetos que vienen del campo i otros de esta capital que me preguntan, ¿qué tiene el Congreso que no da sesiones? I yo les digo que luego sabrán por junto. Mas, volviendo al buen deseo que tengo de servir a la Sobe ranía i a la Nación, le ofrecí al redactor partir o dividir de lo que a mí me pagase por escribiente (a fin de darle mas tiempo o que anduviese la cosa mas lijera), hablando a otro escribiente como fué haber hablado al hermano del abogado Sepúlveda, con quien quedamos en una onza al mes para que tuviese yo tiempo de andar en casa de los señores Diputados llegando i recojiendo los discursos.

Señores, ¿haria otro escribiente otro tanto? A pesar de haberme botado i que por no conjeniar mis ideas con las suyas no ha querido que siga pidiendo otro escribiente, sabiendo que por ser suplente de la Secretaría no me debía de privar de una cosa que me hace tanto honor i por los servicios que a V. S. espongo, creo ser justicia ocupe este destino, pues cuando el señor Elizondo repitió varias veces sobre mi destino, la Sala no lo contradijo, ni el mismo redactor; en esta virtud, i en honor de la verdad.

Al señor Presidente i a la Sala pido se sirva decretar se me pague los dos meses vencidos en servicio del Soberano Congreso, como asimis-