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CÁMARA DE DIPUTADOS

de indicar que las infracciones cometidas por las Cámaras son el orijen de ese clamor con que se pide su disolucion, se dé ocasion para que se interprete que esa medida es arrancada por el descontento, por la maledicencia i por miras personales. No deben calificarse con estos odiosos nombres las quejas que ha ocasionado el mal proceder de las Cámaras, ni puede elevarse al grado de sacrificio jeneroso un acto ordenado por la necesidad de salvar la patria. Al observar la aprobacion jeneral con que se ha recibido en el público la propuesta del Gobierno, los diputados deben dejar sus puestos sin violencia, convencidos de que ya no pueden ocuparlos con aceptacion; i en este caso nada mas sacrifican que el deseo de continuaren las sillas contra la opinion pública.

Para manifestarles la necesidad de separarse habria sido mas digno que el Gobierno les hubiera hecho ver que el mal desempeño de sus deberes habia conmovido contra ellos la indignacion de todos los hombres; que por esta causa han perdido el prestijio, i que aunque invoquen el nombre de representantes nacionales para hacer respetar sus resoluciones, ya no deben ser obedecidas. Puede que algunos den a esas espresiones una intelijencia injuriosa al sentimiento uniforme que han ocasionado las infracciones de la Constitucion, i que crean que las Cámaras se disuelven porque no han podido contrarrestar al influjo de la maledicencia, ni a las amenazas de la sedicion, ni al poder de las miras personales.

Las causas que obligan a adoptar esa medida son de mui alta importancia, i no conviene al decoro de Chile el que se mezclen con ellas ideas que puedan desfigurarlas. Si en algun suceso de cuantos han ocurrido en la revolucion se ha observado un completo silencio de las pasiones i un desprendimiento absoluto de intereses personales, es en el presente, en que el sentimiento del patriotismo con una lijera manifestacion ha destruido en un momento el poder de esa faccion desorganizadora, ha uniformado las opiniones, estinguido los rencores, dado a conocer con toda su fealdad a los aspirantes, vengado a los hombres de bien, i ha hecho que solo se oiga una voz, pidiendo el restablecimiento de la Carta Constitucional i la destruccion de sus transgresores. No se ha oido ninguna palabra por donde pueda inferirse que las pasiones bajas hayan intervenido en el movimiento en que actualmente se ajitan los pueblos. Solo el patriotismo lo ha hecho nacer, i el espíritu de órden le ha dado direccion.

Estos poderosos resortes fueron puestos en accion por el disgusto que provocaron las Cámaras lejislativas con la violacion de la Constitucion, i su irresistible poder hará que esos cuerpos se disuelvan a pesar de su repugnancia, porque cualquiera resistencia que opongan, será calificada como una desobediencia a los preceptos de la opinion i aumentará el desprecio público en que han incurrido. Ya no tienen medios para poderse sostener, porque los únicos que poseen estos cuerpos son los que les prestan la confianza de los ciudadanos, el exacto desempeño de sus deberes i la dignidad de sus destinos. Todo lo han perdido con su comportacion, i en este estado es incuestionable la necesidad de que se disuelvan. Ninguna razon les ampara en la posesion que quieren conservar, porque estando de por medio el restablecimiento de la lei, el único modo de conseguirlo como corresponde, es aniquilando a los que no supieron respetarla i confiando su depósito a manos mas puras.

La timidez hace que algunos se opongan a la disolucion por las convulsiones que ocasionan a los pueblos las elecciones; mas, este motivo es mui pequeño en comparar con de las ventajas que han de resultar al país con la renovacion de los funcionarios creados por la Constitucion. Cuando se presentan dos males necesarios, es preciso elejir el mas pequeño para no sufrir el mayor. Las elecciones durarán tres meses, i en este corto intervalo habrán pasado todas las inquietudes que ellas ocasionan: se procederá con mas circunspeccion i los funcionarios que se elijan, tendrán siempre presente un ejemplo que les recuerde sus deberes i que les haga obrar con la integridad i rectitud que les imponen sus destinos.

Si por estos temores se disimularan las infracciones de la Constitución i se dejara subsistir el órden actual de cosas, seria autorizar las ilegalidades, respetar la corrupcion i dejar abierto el camino para que las Cámaras i toda la administracion se constituyeran para siempre bajo el dominio de los intrusos; porque alentados con un ejemplo tan pernicioso i confiados en que por esos temores pueriles han de quedar sin castigo sus excesos, pondrian en movimiento todos los elementos de su osadía para afianzar su insoportable yugo. La soberanía popular seria un juego de palabras sin la menor significacion, i su ejercicio vendria a servir de un vil instrumento de subyugacion. Las leyes quedarian reducidas a una completa nulidad, si sus disposiciones son contrariadas i los infractores quedan impunes. Ni el Gobierno ni el Congreso, ni ningun funcionario tendrían vínculos que les contrajesen al cumplimiento de sus obligaciones, porque a pesar de su abandono i de su mal desempeño, no se pondrían en ejercicio los medios de correjírlos. Todo seria un desórden, i en medio de las leyes, de los representantes nacionales i de todos los miembros de la administracion reinaría el despotismo mas desconocido, porque cada acto de arbitrariedad se cubriría con el velo del disimulo.

La tolerancia de los abusos los hace propagarse, i en las elecciones de los anteriores Congresos se encuentra la prueba de esta verdad. En