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SESION DE 21 DE ENERO DE 1828 265

libertadoras de Chiloé en clase de capitan, padeció con incansable constancia los contrastes de la primera; i si alcanzó una parte de los laureles que recojió la segunda, fué quedando a las orillas del sepulcro, casi sin esperanza de libertarse de la próxima muerte de que se veia amenazado.

Regresando del Archipiélago con la salud en un estado todavía decadente, lo dejó el Excmo. Señor Supremo Director al mando del piquete de la plaza de Valdivia. En este lugar se le volvió a presentar ocasión de acreditar su celo i valor. Las tropas sublevadas de Chiloé intentaban hacer una irrupción en el territorio de aquella provincia, i mi hermano, al frente de los pocos soldados que obedecian sus órdenes, supo contenerlos i preservar a Valdivia del mortífero contajio de la guerra civil.

Postergado varias veces en su ascenso militar, pero siempre obsecuente a sus deberes i a la honrosa conducta con que habia principiado la delicada carrera de las armas, continuó sumiso obedeciendo las órdenes de sus jefes i llenando sus obligaciones del modo mas satisfactorio. Entretanto, el departamento de Osorno le nombró Diputado a la Asamblea Provincial como en premio de los cuidados que le habia prodigado en la crisis anterior...

Pero os he ocupado mucho de los méritos de este patriota, i todavía ignoráis la causa de sus infortunios de mis súplicas. Es ya tiempo que os la diga.

Hallábase de estacion en la misma plaza de Valdivia, de capitan graduado de sarjento mayor del batallón Maipú, a tiempo que la guarnicion i los empleados le confirieron poder para que viniese a esta Capital a recojer sus sueldos. En efecto, llegado aquí, el Supremo Gobierno le mandó entregar a buena cuenta la cantidad de cinco mil pesos: los recibió, i cuando se disponía a conducirlos, este hombre desventurado admite una partida de juego que se le propuso como un simple medio de distraccion i entretenimiento. No entraré en los detalles de lo que se siguió a ese fatal compromiso. La esperiencia enseña que no hai acción, por vituperable que sea, que pueda considerarse estraordinaria en el que una sola ocasion tan solo llegó a tomar entre sus manos cualesquiera instrumentos de juego, de ese vicio que se insinúa en los corazones cual las astutas hijas de Calíope, i que, cual ellas también, devora con implacable crueldad a todo el que se deja alucinar de sus pérfidos atractivos. En un momento de irreflexión mi hermano fué, pues, una de sus víctimas. Perdió lo propio i lo ajeno, i lo que es mas, la tranquilidad del ánimo, que no tardó en ceder su lugar a la negra ingratitud i a todos los horrores de la desesperacion, sirviéndoles de pábulo el mismo pundonor que en otro tiempo constituia su mayor felicidad, toda su fortuna i el buen concepto que le dispensaban los hombres de bien. ¿Cuál seria el partido mas prudente que podria elejir en tales circunstancias un hombre que temiese a la censura pública i al tremendo juicio de la honradez? Sin duda el evitar las miradas de sus conciudadanos i ocultar en climas desconocidos su vergüenza hasta su propio nombre, como lo hizo mi hermano, arrojándose a los mares en busca de un asilo.

Su carta, datada en Lima el 15 del próximo pasado Diciembre, que acompaño, manifiesta que aun este último recurso de la desgracia no ha podido mitigar la suya, sino que al contrario contribuye a destrozar mas i mas un alma que se halla ajitada de los mas crueles tormentos. ¿I qué otro efecto podria producir una separación lorzada de los hogares i del país que le vió nacer en un patriota, que se considera padre i esposo al mismo tiempo i que sabe apreciar lo que valen estos amables títulos? El reconoce su culpa i la confiesa: quiere lavarla con nuevos servicios i restableciendo su buena reputación: solo de vosotros pende, señores, este bien. ¿Qué se conseguiria negándole toda esperanza de alivio, acabando de sumerjir a una familia en el abismo de miserias que la rodea, i privándoles del único medio de indemmizar sus pérdidas a tantas personas como fueron comprendidas en aquella quiebra? Dadle Patria a un infeliz que carece de ella; reponedle a los goces que mereció i adquirió con su sangre, i haréis que vuelva la paz al seno de una casa desventurada, i que nadie lamente los males derivados de un acto de inconsideracion a que contra sus sentimientos fué inducido en mala hora mi representado.

Así lo espera de vuestra paternal munificencia su hermano. —Manuel Honorato.

Señor don Manuel Honorato. Santiago.

Lima i Diciembre 15 de 1828.

Querido hermano: Ya me es fastidiosa hasta la existencia al considerarme ausente de mi amada Patria. Muchas veces he querido quitarme yo mismo la vida; i solo ha podido contenerme el amor a mi esposa i a mis desgraciados hijos, que cada uno de estos objetos me traspasa el corazon. Ya no tengo otro recurso sino que Vd. se presente a mi nombre al Soberano Congreso, pidiendo el indulto de un soldado desgraciado que siempre se consagró a la defensa de su Patria, sin haber cometido mas falta que la que lo obligó a separarse de ella, suplicándoles, al mismo tiempo, que cuando mis servicios no merezcan esta consideracion, la dispensen por una desventurada familia.

Espero que Vd. lo hará como lo exije el caso i me comunicará su resultado; intertanto disponga de su desgraciado hermano i S.S.Q.B.S. M. —José Honorato.