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DEL CONGRESO DE PLENIPOTENCIARIOS DE 1830

tucion, i no podia ser su marcha sino conforme a sus principios. La Constitucion, que habia sutrido escandalosas infracciones en los actos eleclivos, las sufrió mayores i mas irreparables, por las Cámaras que de ellos procedieron. Apenas fué reunida una minoría, cuando principiaron los abusos, en la violenta e ilegal traslacion del Congreso al puerto de Valparaíso, teatro destinado para la representacion de escenas que no podrian creerse, si no hubiesen sido tan públicas. La instalacion del Senado con esclusion de un senador lejítimamente electo, i admision de otros dos cuya eleccion adolecia de una nulidad manifiesta; la reunion de las Cámaras para la calificacion i eleccion de los supremos poderes, sin el número competente designado por la Constitucion; la nunca esperada eleccion de Vice-Presidente en un individuo que obtuvo minoría de sufrajios de electores, con postergacion de dos, en quienes se hallaba la mayoría respectiva; la declaracion de la subsistencia de esa eleccion, sin que en las mismas Cámaras hubiese tenido el número suficiente de votos, i otros muchos abusos, hicieron mirar al Congreso como el principal infractor de la Constitucion que debia observar; i los pueblos lloraron desde entonces sus desgracias. Ellos fueron puestos en la dura pero inevitable alternativa de reclamar sus derechos a costa de los últimos sacrificios, o comprar su quietud al mismo precio de su degradacion absoluta, de la pérdida de sus libertades i sus leyes i de su sujecion a las aspiraciones i caprichos liberticidas.

En situación tan crítica, los chilenos han dado las pruebas mas claras de ese carácter naturalmente justo i amante del órden que los distingue, i por mas que la malicia se ha empeñado en conservar la dominacion en que parecian haberla asegurado sus torcidos pero dilijentes manejos, ella no ha podido conservar su posicion falsa, i ha cedido a su pesar al irresistible poder de la verdad i de la justicia.

Las provincias de Concepcion i del Maule son las primeras que hacen oir su voz, reclamando sus derechos burlados: los votos de todos los hombres, de todas las clases, se espresan en favor de su causa, i el mismo jefe de la República, electo bajo las apariencias constitucionales, echa en cara a las Cámaras, a la vista de la Nacion entera, las nulidades de que adolecen: resiste por ellas admitir la investidura de la presidencia, i solo acepta a condicion de que se adopte la única medida de la espontánea disolucion del Congreso, i la renovacion de las elecciones constitucionales.

Después de estos desengaños, después del jeneral pronunciamiento de la opinion, era de esperar que el jenio del mal dejase el campo que ya no podia sostener; pero creia demasiado afianzada su dominacion para que cediese a los mas claros convencimientos.

El Presidente electo dimitió el mando, que fué depositado en el que se llamaba Presidente del Senado por haber obtenido la eleccion del segundo un mes después que obtuvo la del primero, sin haberse recibido, ni jurado conforme a la Constitucion la fidelidad en el desempeño del cargo. Entonces se trató, i tuvo lugar el receso de las Cámaras, quedando una comision permanente de ese mismo Senado, en que mas se habian dejado notar las infracciones; i esta medida se creyó bastante a calmar las ajitaciones de los pueblos; pero ella contribuyó no poco a aumentarlas, porque desde luego manifestó que su objeto no era otro que sostener a todo trance el imperio de la fuerza contra los clamores de la opresion: ella era ya estremada para ser sufrida.

En estas circunstancias, los pueblos todos animados de un mismo espíritu determinan sacudir el yugo ignominioso a que se pretendia mantenerlos uncidos, i como por un efecto de electricidad el fuego sagrado de la libertad se deja percibir en toda la República, haciendo estremecer los cimientos mismos del caduco edificio de la tiranía. Colchagua, Santiago i Aconcagua se reunen a las primeras provincias, i todas persiguen al jenio del desorden en sus últimos atrincheramientos.

En vano, con desprecio de la voluntad jeneral mas decidida, se toman medidas que llenarán siempre de confusion a sus autores; en vano un decreto fraguado en la oficina del despacho, quita la libertad de la imprenta, i con ella la de la palabra; en vano el embuste, que habia enmudecido, sale a plaza, i hace los mas escandalosos insultos a la verdad, seguro de no ser desmentido por la imprenta; en vano las cárceles se abren para colocar a ciudadanos honrados en los calabozos de que fueron sacados los bandidos;en vano, en fin, se apuran los arbitrios todos de que son capaces los que no reparan en la naturaleza de los medios; la opinion, esa reina del mundo triunfa, i los díscolos sienten a su pesar, que nada pueden contra la masa jeneral de una nacion, en que serán mirados como estraños, mientras no abjuren sus erradas máximas. Coquimbo, ese pueblo virtuoso a quien hacian el agravio de mirar como el último apoyo de su miserable existencia política, les ha dicho que sus hijos tienen sangre chilena i no podrán jamas vivir en la vergonzosa esclavitud.

Ha triunfado, pues, la causa de los pueblos, de la libertad i la Constitucion hollada por los que con tanto descaro se llamaban constitucionales; pero ese triunfo nos ha impuesto obligaciones de un carácter el mas sagrado. Los infractores rompieron los lazos que unian la República, i por una consecuencia precisa de sus infracciones, la Constitucion ha suspendido sus efectos i aquélla carece de un gobierno jeneral. Es, pues, preciso aplicar estraordinarios remedios a males tan estraordinarios, i que no estuvieron al alcance de la prevision. Es necesario