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SESION DE 17 DE MARZO DE 1825

Gracias a Dios, no se ha llenado el fin. El cielo amparó la inocencia. El público, que se limitaría a compadecerme si me considerase criminal, jamas me ha horrado con mayores distinciones. Mi prisión, despues de comunicado, se ha convertido en una sala de recibo. Mi familia ha tenido mayor concurrencia [1], acreditando todo que solo es infamado el que trate de infamarme.

¡Con qué placer he oido leer este dia el homenaje que ha hecho el señor Vera a la amistad i al honor!

Ese mismo señor Vera, que en el oficio se suponía la víctima destinada, dice que nunca ha creído ni la intención de este crimen [2].

Amigo mio, repasa las épocas de nuestra vida; mírate las manos en que has tenido siempre el corazon de Argomedo, rejistra nuestras confianzas, sufre un momento el dolor de recordar nuestros mútuos empeños en las desgracias de la revolucion, yo te lo suplico; sí, tu amigo Argomedo te lo ruega. Tú le oyes, tú le miras; mide, sí es posible, cuál seria mi dolor al oir que se me imputaba tan negra alevosía!...

Señores: a este corto rapto me ha conducido la amistad; dispensadlo.

El señor Campiño igualmente se aparta de la causa [3]

¿I solo el Ministro se ha engañado? Nó. Nó. ..

Jamas ha creído su corazon lo que ha tratado de persuadir; pero era preciso suponer un tal crímen para salvar la barrera de mi inviolabilidad. El Ministro se habia propuesto en la estincion del Congreso un sistema de servidumbre a que era preciso consagrar víctimas; bien claro lo manifestó en esta propia Sala. Yo fui la preferida para el ensayo, porque mi representación hacia mas ruidoso el aparato; i porque pagara de este modo la firmeza, sí, la firmeza, de no haber quemado el incienso a sus errores. Para sacrificar a Argomedo, aun no se esperó ese sueño.

Si no hai, pues, un testigo, un indicio ni nada: si así se fija el asesinato como constante del su mario, mediten mis jueces el grado de dolo a que sube el calumniante. Mediten cuál deberá ser la pena del calumniante, que debe compararse siempre con ese dolo, en el criterio del juicio.

Pasemos a otro célebre cargo. Aseguradas las personas, (dice el oficio) i entregadas al juez de letras, ha resultado don José Gregorio Argomedo era uno de los autores de este proyecto i de los anónimos que han circulado en el país, con otras incidencias que horrorizan. La imprudencia i falsedad de esta atroz imputación es solamente lo que debe horrorizar. Supongamos por un momento que lo afirmase Sotomayor: la aseveración de este hombre, pérfido i despreciable; de este hombre, cuya conducta doble, bajo todos Gobíernos, ha sido vender o calumniar a su benefactor Fontecilla; de este hombre falsario acostumbrada a suplantar firmas [4]; de este hombre, a quien no hai uno del pueblo quien no conozca por sus vicios; de este hombre, de quien pocos dias ántes, el ex-Ministro de Hacienda don Diego Benavente, en esta propia Sala, habia hablado con execracipn por la dilapidación de la Hacienda del Bajo i Espejo, ¿seria bastante testimonio para dar por probado un cargo tan enorme? Las leyes i la razón enseñan el desprecio que se merecen los asertos del cómplice, del falsario, del vicioso i del delator sin prueba. Yo no quiero ofender la ilustración de mis jueces, citándolas. ¿Qué individuo, que clase, qué conducta se pondría a cubierto de la infamia i de la traición, si un dicho de esta naturaleza fuese un testimonio bastante para atacar el honor i seguridad? ¿A quién faltan enemigos, i mucho mas al que se halla revestido de mi carácter público? ¿Quién no conoce malvados capaces de venderse i de comprar?

Para conocerme por el escándalo, observen mis jueces que la aseveracion de Sotomayor es un referente sin relato. El dice que el señor Fontecilla le comunicó haberle yo dado un pasquín, o ser yo el autor de los pasquines; el señor Fontecilla lo niega. ¿Dónde está, pues, la legalidad del cargo? El pasquín que se presenta, que mandó con una caita Sotomayor a su compadre, su concuñado i su comanguíneo, don Javier Errázuriz, es un estracto del que oyó leer en el Congreso a nombre del Procurador Nacional. ¿No seria mas creíble que el mismo Sotomayor lo forjase por lisonjear así a sus comitentes, i que me entrometiese a mí en la farsa para darse mayor aire a presencia dé la amistad que manteníamos con el señor Fontecilla?

Ataca también a don Joaquín Echeverría, diciendo que yo le entregué un pasquín. Por acaso dijo esta vez una verdad; pero fué el mismo que circulaba por el público con el título indicado, i con el objeto insinuado en mi confesion, conforme con la declaración del señor Echeverría, recibidas ámbas en los dias de mi incomunicación, por lo que no se me ha hecho cargo alguno.

Concluye asentando que, en una conversacion en la Alameda, le dije yo: Primero muerto que confesor, con referencia a los pasquines. Sí no se

  1. Pasaron de seiscientas las personas que visitaron mi casa el primer dia de la prisión.
  2. Argomedo i Vera, desde los principios de la revolución, se han protejido mutuamente en sus desgracias, admirando el publico sus satisfacciones.
  3. Argomedo siempre se ha manejado amigablemente con el señor Campino. Siendo aquél fiscal protejió tan descubiertamente la casa de Sierra Bella, encargada a la familia del señor Campino, que su hermano don José Antonio, en la primera vez que se vieron juntos con don Joaquín, le dijo a éste que era el mayor amigo que habia reparado aquellos intereses. El señor Vera lia sido también testigo de esta amistad.
  4. Falseó la firma de don Juan Albano en una boleta para un remate público, i muchas otras en unas cuentas que presentó al Estado, descubriéndose indudablemente la suplantacion.