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DE LA ASAMBREA DE 1825

que hizo el comandante Puga a don Pedro Rencoret, uno de los reclamantes, sobre que fuese con él a reconocer el armamento a ver si estaba cargado, no siendo estraño que la tropa hubiera salido con su armamento cuando desamparó su cuartel, dejando solo un centinela en el calabozo; i en este caso ¿qué diremos del tal Juan Arellano que certifica haber estado todos con bala en boca? ¿I qué podrá detener la risa al oir decir que la tropa le hizo el punto al concurso, cuando, suponiéndola él combinada con el gobernador, se hallaba éste con el Cabildo en la misma concurrencia, que admiraban el desafuero de los vociferantes? ¿I quién podrá tragar esto bajo la fe de un escribano?

No es ménos falso que la puerta del cuartel estuviese cerrada, cuando solo la hemos visto en ese estado todas las noches despues de la retreta. Es verdad que el comandante ofreció la horca a don José María Argomedo, uno de los apoderados del pueblo, como dice el escribano, sin espresar el motivo que fué el siguiente: haber dicho públicamente que el ciudadano O'Higgins era un virtuoso ciudadano i que no tenia miedo de haber sido i ser de su facción [1], a lo que contestó el comandante que cuando se trataba de deponer a un tirano, Argomedo trataba de sostener a otro i que ese pueblo o jente del campo a quien él habia seducido para dar contra un hombre de bien, conociendo para él la horca.[2]

Tampoco es de estrañar la cavilosidad con que el escribano dice haber dado el certificado a peticion de los cinco señores elejidos por el pueblo i parte del Cabildo, cuando solo se hallaba con él el alcalde don José María Palacios, como lo acredita el acta que en aquellos dias remitimos i por todo lo que recomienda este Cabildo a la suprema autoridad de S. E. la memoria del gran Juan Arellano, suplicándole se sirva ordenar se le dé un ejercicio, el cual no tenga intervencion con la fe pública.

Tenga US. la bondad de elevar al conocimiento de S. E. todo lo espuesto, que es la verdad, como lo acredita la pureza con que hablan la publicidad de los hechos, la contradiccion de la acusación traida por los facciosos e inconsecuencias insondables, que acreditan ser falsa en todas sus partes aquella delacion.

Este Ayuntamiento tiene el honor de ofrecer a US. su mas alta consideración i aprecio.

Dios guarde a US. muchos años. Sala capitular de San Fernando, Julio 26 de 1825. —Manuel Quintana i Bravo. —Manuel Fernando de Quezada. —Manuel de Barros. —Jacinto de Valenzuela.—José Tiburcio Calvez [3]. —Señor Ministro del Interior.

Representación hecha por los facciosos para recojer firmas por medio de la coaccion.

Excmo. Señor:

Reunidos los vecinos en la forma que han podido hacerlo, libres de la opresion i violencia que han sufrido por el teniente gobernador don Manuel Quintana i el comandante de la fuerza armada don Salvador Puga, llegando al estremo de ponerles los puntos i solo faltando la descarga [4], han acordado manifestar por este acto a la Junta Gubernativa de la capital los votos que les animan [5]. Se reúnen a ella. Reconocen su autoridad i están prontos a sostenerla. En uso de los derechos que corresponden a este pueblo nombran por su gobierno interior de gobernador del partido al señor coronel de ejército don José María Guzman (4)[6], suplicándole encarecida

  1. Estos eran los derechos populares, esta la libertad que reclamaban, éstas, en fin, mis tiranías i los clamores para que no existiese fuerza en San Fernando. Si otros de una opinion dudosa hubiesen sido los personajes que se viesen sobre la arena, podría cretrse que aquel acto se dirijia ciertamente a defender los derechos del pueblo; pero ¿Argomedo hablando de libertad i de titanias en esta época? Es el mas raro de los fenómenos, i aun mucho mas que la Junta, cuyos vocales conocen tanto al héroe de Argomedo, i a él mismo, hayan podido presentarle a su faccion ominosa un punto de apoyo i creer que los que ayer no mas eran los viles instrumentos de ese tirano para ejercer sus crueldades, rapiñas i asesinatos que hoi hacen alarde de ello, que está de manifiesto la levadura preparada por la carta publicada de don José Antonio Rodríguez, hoi repentinamente se hallan metamorfoseados, i Quintana, ese Quintana que jamas oprimió a sus conciudadanos, que despreció los halagos i promesas de aquel mandón sanguinario i corrió a unirse a la línea libertadora de los pueblos oprimidos en 823 para ayudar con su espada a obra tan grande i benéfica, en ese Quintana que mil veces ha arrostrado la muerte, las trabas i peligros por la independencia nacional, que solo le circundan miserias, se haya creido opresor i tirano porque se opuso a las aspiraciones solapadas de esa facción, de esos hombres-lobos vestidos de ovejas, que acechan los momentos aparentes para desunir a los buenos chilenos i lograr, en tal coyuntura, sus miras depravadas i perfeccionar la obra de la ruina de la Patria i aumento de sus fortunas con las lágrimas de sus semejantes.
  2. Si en la época de la prepotencia del héroe Argomedo algún hombre se hubiera atrevido entre sollozos i suspiros de desesperación o dolor a espresarse del modo que éste, en favor de sus rivales, cien mil puñales se habrían clavado en su pecho al acabar de pronunciarlo; sus bienes abrian pasado a ser fiscales i jueces; su mujer, hijos i amigos habrian muerto en el cadalso o el destierro. El mismo Argomedo habria servido de verdugo o satélite para su esterminio; ¿i ahora se espanta que el comandante Puga libre su castigo al conocimiento de los pueblos, que le horrorice el nombre de horca, que es el instrumento a que debe su fortuna? ¡Oh sombras de los Prietos i compañeros, levantaos de la tumba a admirar las obras del tiempo i de la revolución! ¡Oh desterrados al Chocó, contemplad atentos ese portentoso cuadro!
  3. Los demás rejidores no se hallaban en San Fernando, por lo que no firman.
  4. Cualquier militar se reirá de este disparate, que se preparen las armas cargadas i se apunte eri momentos de confusion i que sin salir un tiro se levanta otra vez; ni la guardia vieja de Francia conseguiría otro tanto. Sobre todo, acerca de esto, véase la esposicion del Cabildo.
  5. la Junta, mas circunspecta, hubiera meditado los votos que los animaban, estoi cierto que se habria desanimado de apoyarlos.
  6. Quintana ha cometido el imperdonable delito de haber cooperarlo a la destrucción del inmortal héroe de Argomedo. ¡Pueblo de Colchagua, teneis franco el camino i la imprenta; acusadme, deponed contra mí!