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SESION DE 8 DE MAYO E 1825

la milicia, de una Nación agradecida, como lo vemos en todo el continente sud americano, encontramos en el Congreso de Chile uno de sus miembros que nos manda de un golpe, de peines a trabajar las chácaras; i de un mismo golpe destruye la ilusoria esperanza de estas merecidas recompensas i ataca la moral del ejército en sus fundamentos ¡qué servirá ahora, señor jeneral, exhortar a la paciencia esta oficialidad i tropa si el Soberano Congreso no mira con cariño a todos sus veteranos! Sí, señor jeneral, solo han quedado en las filas estos virtuosos soldados que ya han hecho costumbre de su carrera, estos soldados cubiertos de heridas recibidas en el campo de batalla para conseguir la independencia de su Patria ¡estos soldados que han soportado todo el peso de las escaseces! Los miserables no han perdonado ni el hambre, ni la intemperie, ni la desnudez, ni, en fin, todas clases de privaciones imajinables. A US. consta lo que hicieron el año pasado en Chiloé por ser ménos remoto!

Esta misma oficialidad que reclama por su honor ultrajado, si no son todos, a lo ménos la tercera parte de ellos son llenos de heridas recibidas heroicamente para conseguir esta libertad tan deseada; ¿i cuál es el uso que se hace de ella, despues de haberla proporcionado? La inviolabilidad de un ciudadano que se sirve de ella para ultrajar a un ejército, a quien la Patria debe, a lo ménos, alguna gratitud, por tantos sacrificios hechos en las campañas, por tanta sangre vertida, tantas viudas mal asistidas, tantos inválidos abandonados, este ejército, en una palabra, tan malamente asistido. Yo me tomo la libertad, como es de mi deber, de decir a US. que esto no puede durar. US ., con su prudencia acostumbrada, tratará de evitar los males que nos amenazan, i me perdonará estas reflexiones, en favor del ardiente deseo que tengo de ver prosperar a mi Patria.

Dios guarde a US. muchos años. —Santiago i Mayo 7 de 1825. —Jorje Beauchef. —Señor Mariscal de Campo, Jefe del Estado Mayor Jeneral.


Núm. 350

Señor Coronel:

Hallándose resentido el batallón número 8, por la tolerancia con que el Soberano Congreso procede, cuando se ha ultrajado el honor del ejército, hace presente a US., por medio de los oficiales, que, del modo prevenido por Ordenanza, se suscriben que, habiendo soportado con vigor i entusiasmo los asiduos trabajos que han sido inseparables de la guerra que, por la libertad, hemos sostenido, i habiendo puesto en prueba que nuestro celo i ardor patriótico en el largo tiempo que hemos servido de apoyo a la independencia, no esperábamos que nuestros desvelos i fatigas fueran recompensados con el abatimiento a que nos vemos tan próximos, ni ménos con arrojarnos al campo en clase de peones para buscar la comida misma que nuestras virtudes han proporcionado a algunos egoístas que lo desean i declaran públicamente. En esta virtud, el cuerpo pide a US. que reclame, por cuantos medios sean compatibles con el decoro militar, la reposición de nuestro honor i crédito; i que, habiéndose producido un miembro de la Representación Nacional diciendo: Que si el ejercito no tiene que comer salga a las chácaras, que hai en ellas bastante necesidad de peones, suplicamos al Soberano Congreso que reprima al diputado que se propase; la Representación Nacional, tan respetable en sí misma, guarde las consideraciones i respetos al ejército: pues no pende el edificio político mas que del equilibrio que mútuamente conservan las corporaciones, i ya que el ejército respeta, es justo que se le corresponda con una santa reciprocidad.—Santiago i Mayo 7 de 1825. —Ildefonso Rodríguez, capitan. —Manuel Vicente Sayago, teniente primero. — Juan Acevedo, subteniente.


Núm. 351

Señores Representantes:

El cuerpo de Artillería, a cuyo nombre suscriben los oficiales que previene la Ordenanza, con todo respeto, esponen ante el Congreso que, en el seno de la Representación Nacional, en el lugar mas sagrado i entre la mas respetable de las autoridades, se ha vertido un miembro de ella de un modo que hiere la delicadeza del ejército i ataca el honor de los héroes de la revolución, por cuyos sacrificios i servicios, dignos del mas alto reconocimiento, goza la Patria de libertad i se halla reunida la voluntad de los pueblos.

El cuerpo de Artillería, que tan imponderablemente ha desempeñado estos deberes, no puede mirar con indiferencia un insulto de esta naturaleza, al mismo tiempo que está penetrado que, en el centro de tan sabia corporacion, solo un individuo ha podido ser capaz de proferir las espresiones de que, si el ejército no tiene que comer, salga a trabajar a las chácaras, pues hai bastante necesidad de peones; en virtud de lo cual, suplica al Congreso decrete que seamos satisfechos de un modo tan propio, como fué impropia la observación del señor diputado, pues parece justo reponer el decoro de un ejército entero que, con este acontecimiento, vé su honor ofendido i su crédito vulnerado. —Santiago, Mayo 7 de 1825. —Por los capitanes, Gregorio Amunátegui. —Por los tenientes, Juan Aurengren. —Por los alféreces, Lúcas Lujan.