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CONGRESO NACIONAL

¿Están cansados algunos representantes? El que no tenga sufrimiento, diga a su pueblo que nombre a otro. ¿Hai cosa mas clara que ésta? Yo lo que quiero es no dejar manchado el asiento con que me honró ei pueblo; i defenderé el honor nacional que será vulnerado seguramente, si daremos lugar a que se hable con ignominia de este Cuerpo. No están descontentos los pueblos, como se aparenta; habrá en ellos partidos, estos son inevitables, acaso útiles por algunos respectos. No dejemos, señor, a los Congresos sucesivos tan vergonzoso ejemplo; no digan: El de 26 se destruyó con un rasgo de pluma; los hombres, señor, sienten su deshonor. Habrá pueblo que diga: No quiero mandar diputado si ha de suceder lo mismo que en el anterior Congreso. Opino, pues, que se tome préviamente en consideracicn si se revoca o no el acuerdo anterior.

El señor Infante.—No vengo preparado a hablar, ni lo he acostumbrado, porque ia esperiencia me ha enseñado que los discursos deben seguir el órden de la discusión. Hablaré solo sobre las observaciones que he oido en la Sala en favor de las indicaciones. La primera es que el Congreso nada ha hecho en diez meses que lleva de sesiones. Al mismo señor diputado he oido repetir esta proposicion cinco o seis veces; otras tantas se le ha contestado, i aun se manifestó en una sesión la lista de las leyes que hizo el Congreso en los tres meses primeros, en que no fué entorpecido. Pero se repite siempre; "Nada ha hecho el Congreso", concluyendo que debe disolverse. Señor, la propiedad era atacada por el horrible abuso de las prorratas; una lei sábia las prohibió, imponiendo fuertes penas a los infractores. Los hombres de campo, esos miserables labradores que nos proporcionan el alimento, se veian venir maniatados, a la fuerza; una lei prohibió las levas. Ajentes del Poder Ejecutivo iban a mandar los pueblos i a despotizar en ellos con escándalo; ahora los pueblos mismos nombran sus gobernadores i los Cabildos sus intendentes provinciales. Los curas eran elejidos por los prelados eclesiásticos, i en el dia los elijen i presentan los mismos feligreses. El Ejecutivo jamas habia co nocido atribuciones, i ahora se le han dictado, fijando límites a su poder. Los bienes de los regulares se han estado dilapidando, i se ha dictado una lei reglamentaria para que se enajenen a censo i en pequeñas hijuelas, prefiriéndose a los no propietarios. Pero ¡a dónde voi a recordar la multitud de leyes que se han sancionado en el período feliz del Congreso! Con todo, se dejará otra vez pasar algún intervalo para repetir: Nada ha hecho el Congreso. Es el caso. Queremos que no haya Representacion Nacional: Ella embaraza, se dice, al Ejecutivo; el ejemplo lo tenemos en Buenos Aires: el gran Rivadavia, sin Representacion Nacional, ha hecho la felicidad de la Nacion. Ponemos al señor Rivadavia por ejemplo i no a sus antecesores, i ese Rivadavia, cuando fué llamado al Ministerio, ¿no exijió que hubiese una Representación Provincial? Sobre todo, ¿dónde están estas grandes reformas nacionales? Ya toda esa República la miramos envuelta en sangre, porque no tiene leyes fundamentales apoyadas por la opinion pública. No se hallan en esta situación las de Norte América i Méjico, i esos ejemplos será mas justo que sigamos.

Se dice que es necesario que la lei que establece la federación se pase a las Asambleas, para que digan si la aceptan o nó. Señores, este es un lazo que los enemigos de la federación quieren tender. Pase la lei a las Asambleas, i no oimos otra cosa a la de Santiago que desaprobar este sistema, llamándolo ominoso, porque es nuevo i desconocido a los pueblos; el mismo autor de la mocion, que hoi se discute, ha afirmado que los pueblos no pueden amar un sistema que no conocen i, sin embargo, se pretende con esfuerzo que vaya ta lei de federación en consulta a las Asambleas. ¿I qué harán éstas? Talvez rechazarán por falta de conocimiento o por seducción tina lei que le es benéfica i adoptarán otra que les sea perjudicial. ¿No sabemos el influjo que en Chile tiene el estanco? ¿No sabemos el ascendiente de la aristocracia? ¿No sabemos que la odiosa cuestión de mayorazgos, ajitada en el Congreso por mas de dos meses, ha alarmado a muchos? I todo esto ¿no inducirá a empeñarse para que la elección de representantes para un nuevo Congreso recaiga en individuos que sostengan esos privilejios i los pueblos sean los sacrificados? Vaya la lei de federación a las Asambleas; apénas así lo haya decretado el Congreso, ya se verán los esfuerzos seductivos para que sea desechada. ¿Por qué desviarnos de aquellos medios que exijen la razón i la justicia? Los mejores políticos i el ejemplo de las mas sábias Repúblicas nos están enseñando el camino por donde debemos marchar. Me veré en la necesidad de repetir las palabras del gran Montesquieu, que otras veces he referido: Conviene, dice, que las leyes se esperimenten ántes de establecerlas. La Constitución de Roma i de A tenas eran mui sábias, las resoluciones del Senado tenian fuerza de lei durante un año, i no se hacían perpetuas sino por la voluntad del pueblo. Hé aquí ia máxima que se ha querido seguir, haciendo que la Constitución se plantee provisoriamente, para que los pueblos conozcan de un modo práctico sus ventajas o desventajas, i despues pronuncien su admisión o repulsa; i esto es lo que resiste, ¿por qué? Porque se prevee que si los pueblos conocen la federación, la han de preferir a todo otro réjimen gubernativo i se acabará el influjo de los privilejiados i de los aspirantes. Pero ya parece que me interno en la cuestión. Esta se reduce a si se admiten o no las indicaciones presentadas. Yo creo que ni aun debería cuestionarse. Los diputados deben dictar la Constitución i no la disolución del Congreso, porque será en perjuicio de los mismos pueblos.

Se sostiene que él tiene facultades para esta