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SESION DE 10 DE NOVIEMBRE DE 1826

atender el de las meritorias tropas que defienden nuestra independencia, no tuviese qué darnos.

¡Cuántas veces, por no tener el Erario con que socorrernos, tendríamos que interrumpir nuestros ejercicios i distribuciones claustrales, para salir de estos silenciosos muros a buscar de puerta en puerta un alimento precario! Esta consideración i el desintesado celo de la Caja de Descuentos, alcanzaron del Supremo Gobierno que, a excepción de la hacienda de Peldehue, se nos devolviesen nuestras propiedades. Nosotros asentimos a esta medida, o porque la creímos precursora de la devolución del todo en propiedad, o porque siempre vale mas poseer poco con seguridad que esperar mucho con incertidumbre. Creíamos también que lo que reasumimos no habia sufrido ni menoscabos ni alteraciones, i que con ello podríamos subsistir. Los meses que han pasado desde el decreto nos han desengañado; es físicamente imposible que el gasto anual se llene con lo que producen los fundos devueltos. El de Apoquindo es mas aparente que productivo, porque sin contar con el continjente de sus frutos, traicionados las mas veces por las heladas i otros contratiempos, lo gravan principales cuyos réditos se pagarán anualmente con cerca de mil seiscientos pesos. Los predios urbanos consumen un tercio de sus alquileres en vacíos i refacciones. Pero aun sin rebajar nada de esto, en el cálculo, la Caja de Descuentos reguló en siete mil setecientos setenta i cuatro pesos dos reales, el producido anual de los fundos que se nos entrega en administración, e hizo ver que casi doble cantidad a ésta importaban los presupuestos aprobados; de modo que solo hemos recibido poco mas de la mitad de lo que indispensablemente necesitamos para continuar la vida claustral de Estrecha Observancia. Esta demostración que la Caja de Descuentos presentó al Supremo Gobierno i apoyó con sensibilidad, es un desengaño al precipitado juicio de algunos que nos creían opulentos. La frugalidad, la economía mas rigurosa nos ha sostenido, i como siempre iba el gasto a la par de las entradas, no hemos podido aumentar la Comunidad con nuevos coristas, ni trabajar altares, sagrario i utensilios, ni concluir la fundación del Convento de Apoquindo, que espera los claustros para coristas i sacerdotes, refectorio, ropería i hasta cocina; ni aun hemos alcanzado a tener sobrante para construir en el convento de esta capital un claustro de enfermería, cuya falta se hace sentir diariamente, pero sin contar con lo que resta por hacer i olvidando la bien sabida máxima "que lo que no adelanta retroceden, nosotros miramos ya difícil la conservación. Somos cuarenta relijiosos los que moramos en esta recolección de Apoquindo; doscientos pesos por lo ménos para el sustento de cada uno, son ocho mil. ¿Alcanzaría el Estado con el producto de nuestros fundos a darnos anualmente esta cantidad aumentada en razón de los relijiosos que de nuevo entren i demas gastos indispensables a la Comunidad? Estamos seguros de que el Erario perdería. Agréguese a esto que, estando aun pendiente el pleito de Apoquindo, nuestra subsistencia quedaría espuesta a mil vicisitudes que vendrían a disolver esta Comunidad, i auncuando la decisión nos fuese en un todo favorable estando destinados los productos de aquel fundo, despues de satisfechas las muchas obligaciones que lo gravan, para la mantención de los relijiosos estudiantes, que según nuestras leyes deben separarse de esta casa principal, para la mejor conservación de la observancia, para cuyo destino apénas alcanzan escasamente dichos productos, vendría a quedar este convento indotado i sin contar con ninguna entrada para su alimonía, i esto espresamente sucedería si se vendiese a Peldehue.

La asignación que hasta ahora se ha exhibido para el sacerdote, corista i lego es desigual. Mas, en nuestra Comunidad, como que es de Estrecha Observancia i vida común, gasta lo mismo el lego que el sacerdote i el prelado, todo es de todos, ninguno toma mas que otro sino según sus necesidades i conforme a la regla; nuestro hábito es una tosca bayeta, que no es mui apreciable; lo cuidamos i zurcimos; pero se nos jda del común siempre que nos falta, sin limitación de tiempo. Esa cuota no podrá ser reducida a solo los doscientos pesos por cada uno, porque debería variar, según los lugares donde moremos, según la alta que progresivamente van tomando los comestibles, i según las demás urjencias que están comprendidas entre los alimentos.

Debe también crecer la asignación con respecto a las enfermedades de los relijiosos, en que es preciso comprender la de los huéspedes i pretendientes de hábito, a quienes por decencia o gratitud no se puede negar esos oficios de caridad. Ellos son todavía mas debidos a las familias de los mismos relijiosos como una retribución de lo que nuestros padres, hermanos i parientes han gastado en nuestra educación primera en estudios i otras asistencias que nos prestan aun despues de profeso i sacerdotes.

No es de ménos consideración el gasto de libros para estudiar las ciencias peculiares a nuestro ministerio, cuyo beneficio refluye en el público, i por esto es tan recomendable en los Cánones, en el Tridentino i en la Lei 14, título III libro 1 de la Recopilación de Castilla.

Todas estas consideraciones forman una evidencia de hecho de que aun estendiendo la cuota a doscientos pesos por cada individuo e incluyendo los novicios a quienes nada se ha asignado hasta ahora, todavía quedábamos con un déficit que nos haria dejar el claustro i acabaría con esta primera comunidad reformada. El fin principal de esta fundación ha sido la propagación i estension de conventos observantes por todo el Estado, i este bien, tan grande para la sociedad i esplendor de la relijion, se frustra dejándonos privados del libre uso de nuestros