que, o por necesidad o conveniencia, impela a los hombres de su seno librándolos sobre las aguas. Todo ello es obra del tiempo i de una administracion previsora que, tocando por grados i con oportunidad los medios, haga desenvolver progresivamente el engrandecimiento i la prosperidad del pais. Entretanto, querer que Chile tenga marina de guerra propiamente tal, sin que de antemano posea la mercante, es un imposible; pretender que goce de esta última sin promover el comercio, sin abrir nuevos canales a la circulación, es otra quimera. Por ahora nada tenemos; nuestros buques nacionales que han probado la especulacion de cabotaje, o han perdido en ellas o han encontrado tan poco estímulo que se ven precisados a desatenderla. Los riesgos, los costos, la demora son mui superiores a las ventajas que han usufructuado. Miéntras tanto no existe marinería del país, por el parálisis de la navegación, ni mucho ménos hai aquella riqueza pública que podria esperarse, si un comercio activo de entre cabos tuviera en incesante círculo las útiles producciones de las provincias del sur, con las preciosas i ricas de que abundan los pueblos del norte. Pero, a todo ocurre el proyecto de Grinol; él presenta esas facilitaciones i él nos dará los medios de mantener a sueldo, mejor que hasta aquí, la marinería estranjera, de quien Chile dependerá tanto mas tiempo i a costa de mayores sacrificios cuanto mas demore el comercio nacional en el actual adormecimiento. No se crea tampoco que los buques de vapor emplearán ménos hombres que los que ahora tripulan los buques comunes, porque la multiplicidad que debe de haber de aquéllos compensará i aun excederá en marinería a la que necesita el escaso número que hai de éstos. La navegación de alta mar, por otra parte, que hasta ahora no puede hacerse por buque de vapor, tomará entónces mas actividad a medida que se anime la circulación interior, e irá formando por una consecuencia necesaria la marinería deque ahora carecemos. Concluiré por que el establecimiento a que aspira Grinol, léjos de destruir en su oríjen el seminario de nuestros marineros, promueve en todas direcciones los medios de hacerlo progresar con notorias ventajas respecto del engrandecimiento i la riqueza pública.
Mucho ménos se opone al privilejio esclusivo que gozan los naturales respecto del comercio de cabotaje. La razon es demasiado obvia. Por ahora casi no existe tal comercio, porque hai mui pocos trasportes, como a la verdad sucede, o porque se presenta tal costo i dificultad, que raros son los que le sostienen; al contrario, facilitada la navegacion por medio del vapor, florecerá ese tráfico,como que los chilenos a ménos costo i riesgo hallarán trasportes multiplicados i seguros, que conduzcan sus mercaderías de unos puertos a otros con utilidad de los propietarios i de todos los que se emplearen en esta especie de jiro. No es concebible que el dueño de los trasportes sea capaz de observar la vasta negociacion mercantil a que ellos abren el canal; tampoco sobre esto es la solicitud del privilejio; solo se contrae a la navegacion que en los fletamentos brinda ganancias demasiado lucrosas.
Es mucha falta de economía no admitir el establecimiento de la navegacion de vapor, por el vano recelo de que ella preste nuevos arbitrios para ejecutar el contrabando. Este argumento, léjos de contrariar el proyecto, lo favorece eficazmente, porque en tanto esta navegación facilita nuevos recursos para un comercio clandestino en cuanto ella proporciona mas actividad, mas movimiento al intercutso mercantil, de donde emana necesariamente un positivo aumento de riqueza nacional. Apliquemos los medios de hacer ricos i felices a nuestros ciudadanos; la nación será entónces poderosa i el Gobierno tendrá medios fáciles de conservar el poder i respetabilidad pública. Si el mezquino temor de no proporcionar nuevos arbitrios a los contrabandistas, nos retrae de los medies que puedan hacer prosperar la fortuna de nuestros ciudadanos, apártense del alcance del comercio las bestias de carguío, los carruajes, los buques de trasporte común; en fin, el dinero mismo, porque, si todos estos recursos proporcionan la movilidad mercantil, también son otros tantos arbitrios con que el hombre de mala fe puede destornillar las leyes, atacar los intereses fiscales i aun el orden i seguridad de la República. Usemos de las cosas que presenten utilidad común sin temor al abuso que pueda hacer de ellas la malicia, porque la vijilancia de las leyes debe de antemano prevenirlo.
Hasta aquí he hablado tomando en cuestion el establecimiento en nuestros puertos de los buques de vapor; pero no es esta la solicitud de Grinol. El espone, i con justicia, que Chile no repelería un ▼ invento que han prodigado todas las naciones cultas como el producto de las luces del siglo; se contrae solamente a que se le dispense un privilejio esclusivo para practicar él solo por quince años esta navegacion, en recompensa de ser él el autor de ella en nuestros mares. Me persuado que la ilustrada política de V. E. solo admitirá la cuestion bajo este respecto, pues demostrada la conveniencia o, mas bien, la necesidad de abrir nuevas vias al comercio, no puede trepidarse en admitir el uso de los buques de vapor a la par de los de velámen, ni tampoco en i que es preciso premiar al introductor de aquéllos, de un modo capaz de recompensarle i de estimular a otros estranjeros que pretendan propagar entre nosotros las luces i aptitudes que poseen.
Muchos economistas declaman contra la concesion de privilejios esclusivos; sus razones pueden ser poderosas respecto de pueblos industriosos, cuyo jenio i laboriosidad pueden ser enervados por esas esclusiones; pero no así con relacion i a Chile, que de todo carece i que jamas tendrá establecimientos útiles e industriales, si no brin