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SESION DE 29 DE MARZO DE 1823

erijirse en suprema sin el voto de los demás pueblos. Quiso, sí, que la República permaneciese una, i avisó a las provincias que se iba a citar a Congreso, i que, entretanto, para no aparecer en anarquía, debia existir una autoridad central i suprema; que estaba en las facultades de las mismas provincias proceder a nombrarla provisoriamente hasta la reunion del Congreso; pero que, debiendo tardar tanto la elección de diputados a Congreso jeneral como la de diputados para nombramiento del Gobierno provisorio, parecia mas acertado i mas conforme a la brevedad con que la Nacion deseaba reunir sus representantes, reconocer a la Junta Gubernativa como un Gobierno provisional hasta la instalacion de dicho Congreso, para cuya convocatoria se consultó a las Asambleas de Concepcion i Coquimbo, a fin de que acordasen los términos en que debia espedirse.

Las provincias estuvieron disconformes en sus contestaciones. Ninguna tuvo a bien reconocer la autoridad central en la Junta Gubernativa, ni convenir en la citacion a Congreso sin que precediese un nuevo Gobierno provisorio. Conocimos entónces que ya estaba sobre nuestras cabezas el mal temido: la separación, aunque momentánea, de diversos territorios del Estado. Para formar ese Gobierno jeneral, centro de unión de una República indivisible, avivó la Junta negociaciones con el jeneral Freire i sus diputados, de que dará pormenor cuenta el Ministro de Estado; i que, admitidas en gran parte, quedaron sin efecto por la consulta i poderes bastantes que los diputados de Concepcion anunciaron haber pedido a aquella Asamblea.

Subsisten hasta hoi independientes de hecho las provincias, i acaba de congregarse en esta capital una diputación de las Asambleas de Concepcion i Coquimbo, con amplitud de poderes para acordar la reunión de la Nacion. La Junta no considera a aquellas provincias, como tampoco a Santiago, en calidad de Estados soberanos e independientes. Les mira como una fracción de la Nacion, cuyos magnates i representantes, ocupando el mando para conservar el órden en la disolucion del anterior Gobierno, tratan ahora de restablecer la union de la República.

La provincia de Santiago, entretanto, reconoció tranquila i espontáneamente a la Junta Gubernativa hasta Cachapoal. Los partidos de Colchagua i Maule se agregaron por sí mismos a la provincia de Concepcion, obligados, según espusieron sus Cabildos, de la fuerza de las circunstancias.

Excitados por la Junta a reunirse a la Intendencia de que siempre habian formado parte, Colchagua volvió a su antigua posicion, al contrario de Maule que, a consecuencia de un oficio de la Asamblea de Concepcion que resistía esta medida, ha continuado agregado a aquella provincia.

En esta parte el jeneral Freire concurrió a secundar los deseos de la Junta, manifestando a aquellos partidos su anuencia en que se reuniesen a Santiago. Curicó ha protestado siempre su constante adhesion al Gobierno de esta provincia, que en el dia no sufre otra desmembracion que la del territorio de Maule.

El ejemplo de provincias separadas de la indivisibilidad del Estado, de partidos segregados de sus provincias, de gobiernos municipales elejidos bajo formas distintas, ha sido funesto para la tranquilidad interior; lo es mucho mas para nuestras relaciones esteriores, i lo será incomparablemente con el trascurso del tiempo, que dé mas estension a las ideas desorganizadoras, i familiarizarse mas con ellas. Nada es mas cierto que el que los pueblos equivocan sus ideas de libertad hasta abrazar en su lugar al monstruo precursor seguro de la esclavitud. En varios partidos se han sentidos síntomas de este desórden, último término a que pueden llegar las desgracias públicas. En Casablanca una reunion de pueblo atacó con armas a su Teniente-Gobernador. En Quillota algunos vecinos descontentos dieron a Chile por la primera vez el lamentable espectáculo de la sangre de los hijos de la Patria, derramada en medio de las poblaciones, por altercados sobre el Gobierno. En otros puntos la Junta ha conseguido sofocar las disensiones intestinas con medidas de suavidad i de prudencia.

Salvadas una vez las barreras del órden, es preciso que el Gobierno se resienta de debilidad, puesto que, sin la obediencia í eficaz cooperacion de los súbditos, no puede hacer uso de los únicos resortes con que ha de manejarse el cuerpo político. Los pueblos amenazan con separarse o agregarse a su arbitrio. Los ciudadanos particulares creen que usan de la soberanía que reside en el pueblo cada vez que, reuniéndose, intentan un trastorno. Los funcionarios públicos, vacilantes i fluctuando entre incertidumbres i temores de una variacion repentina, no usan del vigor que convendria para contener la ruina del edificio social. El subalterno no obedece al superior, cuya autoridad reputa momentánea i fácil de alejar de sí. En tales circunstancias, sin libertad, sin poder, ¿cuál será la administración?

Dividida de hecho la Nacion con tres autoridades soberanas que se gobiernan por sí mismas i aun sin consultarse i acordarse entre sí, todos los negocios de interes jeneral, todos los que dicen relacion al cuerpo de la República se hallan abandonados para mayor desgracia i destruccion de la Patria. El Perú, señores, es el objeto mas triste i urjente que se presenta a nuestros ojos. El ejército libertador, compuesto de los vencedores de Chacabuco i Maipo; este ejército, cuyo trasporte a dar la libertad al Imperio de los Incas, habia costado tan enormes sacrificios a Chile, ha sido batido por el jeneral Canterac. El Perú debe volver a encorvarse bajo el yugo de la atroz e irritada España, si Chile, a donde aquellos nuestros desgraciados hermanos estienden los brazos, no les auxilia poderosa i oportunamente. No solo el ínteres jeneral que nos empeña en sos