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SESION DE 12 DE SETIEMBRE DE 1823

del Tesoro den razon si el senado-consulto de esta referencia ha tenido efecto o nó.

Ofrezco a US. mi consideracion i respeto. —Comision de objetos relativos al Congreso, Santiago, Setiembre 11 de 1823. —José Miguel Irarrázaval.


Núm. 320

Soberano Señor:

El padre presentado frai Juan Hernández, de la órden de la Merced, con mi mayor respeto ante Vuestra Soberanía, parezco diciendo: que en el año de 812 me destinó el pretérito Congreso de cura a la isla de Juan Fernández, con protesta de atendérseme i tenerse presente mi mérito; obedecí aun con perjuicio de mi carrera literaria, de mis intereses relijiosos i aun de mi propia salud; i hasta la fecha no he visto la dicha recompensa; en seguida pasé a la provincia de Concepcion a servir de capellan en los rejimientos Lautaro i el Príncipe, en los que me empleé diariamente en instruir a los soldados en el conocimiento de sus derechos, i sin mas paga que la limosna que don Juan de Dios Puga se dignaba hacerme. Vine a esta Corte, i al poco tiempo entró Osorio; no emigré por alentar a mis compatriotas, i siendo vicario provincial el padre Aguirre, se me pone preso por siete meses, formándoseme una sumaria, cuyas declaraciones concluí diciendo que era patriota, que lo era, que lo seria, i que tenia una vida, la que inmolaria gustoso en las aras de la Patria. A los siete meses se me franquea licencia para teniente-cura de Maipú, i a los cuatro soi conducido a ésta preso por órden de San Bruno, en cuyo tribuna] me da el honroso título de apóstol de la insurjencia; vuelvo preso al convento; a los tres meses se me restituye mi libertad, i a los dos de ésta soi arrebatado a las cuatro de la mañana por el mismo San Bruno al cuartel de Talaveras, i de allí a Valparaíso, i al mes a casas-matas, de casas-matas a las bóbedas, a los calabozos de la prevencion, de allí a las bóbedas; i por no haber consentido en la bajeza de vindicarme ante el Rei por el conducto de Marañado, i haber dicho que la Patria me había puesto allí, i que las armas de ésta me habian de restituir a mi país, fuí denunciado i llevado al torreon de Santa Catalina, en cuya prision era dulce la muerte; a los once meses de padecimientos, fuimos puestos en libertad, en circunstancias que salia la segunda espedicion de Osorio, i viendo eran necesarias unas proclamaciones que alentasen los espíritus de nuestros compatriotas, hice quinientas, las mismas que en una noche fueron repartidas en los cuarteles i demás lugares públicos. Pero, Señor, ¿aquí dió acaso término mi apostólico celo? Nó, Señor, porque a pretesto de recuperar mi salud, salí de Lima a correr los pueblos de Chancay, Guaraz, Gaucho, Supe, Barranco, Pativilca, Gualmey, Guailas, Suyan i otros pueblos que, conquistados por mí, recibieron gustosos a nuestros libertadores.

Por último, Señor, fui restituido a mi país a descansar solo en el seno de mis claustros, a este efecto apurando las escaseces de mi casa i las de mis amigos, compré una celda i a los veinte dias de habitarla, se me despoja por el Gobierno para la mayoria del número 8; reclamo al Gobierno, i en su consecuencia, se me nombra de cura coadjutor de Casablanca; hacia tres años completos que desempeñaba el ministerio. En todo este tiempo administraba los sacramentos i procuraba el adelantamiento del divino culto. Buena armonía con todos los vecinos, me ha dado el amor de ellos, i pronto siempre a servirlos, no ha habido lugar para una sola queja. Diariamente me desvelaba en ti cumplimiento de mi deber, i mis cortas entradas solo eran invertidas en la decencia de la iglesia. Caminos ásperos i largas distancias no eran obstáculos para que en dia ardiente o lluvioso, volase a donde el peligro amenazaba. La caridad con que he mirado a mis feligreses, es poco común; porque jamas fué despachado alguno sin sacramentos por falta de dinero. La villa, a influjo mio, era socorrida de ejercicios espirituales, trayendo confesores de Valparaíso, costeados i obsequiados en mi casa a mi costa, i todas las bulas repartidas a los pobres sin el menor interes; obligándome al mismo tiempo a franquear los casamientos de balde a todos aquellos pobres que segun su conciencia los necesitaban. Testigo de esta verdad lo es el señor don Lorenzo Montes que costeó dos corridas.

Así es, Señor, que, ocupado siempre en el fiel desempeño de lo que se me confió, no omitía sacrificio alguno hasta llegar a iniciar un nuevo templo cuyos cimientos fueron cuasi concluidos por mí; desde mi despojo hasta la fecha no han podido dar un solo paso adelante. En este estado de cosas me llama la voz de la lei a la celebridad del capítulo próximo, i obediente a ella, me personé en ésta, i al momento de mi llegada doña Rosa O'Higgins me dirije un recado por el conducto del reverendo padre frai Domingo Jara, en el que se empeña por el sufrajio a favor del padre Roca; a que contesté, con la política posible, diciendo tenia empeñada mi palabra; i poco satisfecha de mi respuesta se alarma contra mi crédito, contra mi mérito i mi honor. Jura despojarme del curato; i a este efecto se une al Teniente Gobernador de Casablanca, el que, desmoralizado en todos sus hechos, practica contra mi persona i contra el ministerio, los insultos mas inauditos; i, en fin, se me despoja sin ser oido ni vencido. Al golpe de una injusticia tan grosera, se resiente mi mérito, mi honor i aun la provincia misma, i ésta al momento informa a favor mio i contra aquél, i el Gobierno no solamente se hace desentendido de tan fundada queja, sí tambien le remite orijinalmente el informe para que persiga a todos aquellos que no fuesen