nunciar a la faz del universo las siguientes proposiciones.
Primera proposicion: Los principios de la relijion católica, relativos a la política, autorizan al Congreso Nacional de Chile para formarse una constitucion.
Segunda proposicion: Existen en la nacion chilena derechos en cuya virtud puede el cuerpo de sus representantes establecer una constitucion i dictar providencias que aseguren su libertad i felicidad.
Tercera proposicion: Hai deberes recíprocos entre los individuos del estado de Chile i los de su Congreso Nacional, sin cuya observancia no puede alcanzarse la libertad i felicidad pública. Los primeros están obligados a la obediencia; los segundos al amor de la patria, que inspira el acierto i todas las virtudes sociales. La prueba de estas proposiciones es el argumento de este discurso. Imploremos la luz i asistencia del cielo etc.
Los mismos códigos venerables del cristianismo que, en preceptos, ejemplos i máximas de celestial prudencia, nos inspiran sentimientos de paz i mansedumbre, ensalzan el esfuerzo i la magnanimidad de los guerreros que salvaron los derechos de su patria. ¿Qué corazon no se enciende al leer las alabanzas de los ínclitos de Israel que se sacrificaron por defender la independencia?
Con todo, despues del renacimiento de las le tras aparecieron en Europa algunos hombres famosos por grandes talentos i grandes abusos, i que parece nacieron para caracterizar la audacia del espíritu humano, que publicaron que, entre todas las relijiones conocidas, la católica era la mas favorable al despotismo. Afirmaron que, por la humildad i abnegacion que inspira, dispone los hombres a recibir sin resistencia la lei del mas ambicioso; que, por la sumision que predica, constituye los reinos en patrimonio de los príncipes, i reduce a los pueblos a rebaños infelices, que pueden, a su arbitrio, dividir, ceder, legar, enajenar, sacrificar. Supusieron un complot sacrílego entre el altar i el trono, entre el cielo i la tierra contra la libertad del jénero humano.
Pero estas aserciones impías se inventaron para hacer la relijion odiosa a las naciones. La relijion considera a los hombres bajo todos sus respectos. Cuando los considera como individuos de las sociedades civiles, los exhorta a la quietud i a la obediencia, sin las cuales se disolvieran estas grandes familias. I es justo, en efecto, que un ciudadano particular no turbe el órden de un todo, de que el mismo no es mas de una débil parte. Mas, cuando los considera formados en naciones, estos cuerpos políticos son a su vista o tras tantas personas morales, libres e independientes. En esta virtud, deliberan, toman resoluciones en comun, elijen la constitucion i forma de gobierno que mas les convenga, o que mas les agrade. Con estos derechos nos presenta la historia sagrada al pueblo de Israel i a todas las naciones de la tierra. Pero ¿qué se necesita segun sus principios para que un gran pueblo figure como nacion entre las otras naciones? Para esto le basta que se gobierne por su propia autoridad por sus leyes. La relijion no examina por qué grados ascendió un pueblo a esta alta consideracion. Lo contempla en el estado actual i respeta el gobierno que lo dirije, prescindiendo de las revoluciones que lo orijinaron. Así es que el sagrado testo da elojios magníficos al gobierno republica no de Roma que, en tiempos anteriores, se gobernó por reyes, los destronó i se erijió en replíblica. Así es que el apóstol exhortó a los fieles a la obediencia de los césares, cuyo imperio se habia elevado por la usurpacion i la violencia sobre las ruinas de la libertad republicana.
Empero, cuando se hallan las naciones en épocas iguales a la nuestra, no es la relijion espectadora indiferente de los sucesos. Entónces este móvil poderoso del corazon humano da un vigor estraordinario a la virtud marcial; es el primero entre los intereses políticos i produce milagros de constancia i fortaleza. La historia abunda en testimonios de esta verdad, i la sagrada de los Macabeos nos ofrece un ejemplo ilustre acomodado a nuestras circunstancias. Antíoco, despues de subyugado el Ejipto, volvió contra Israel sus poderosas armas, ocupó su metrópoli, se apoderó de sus tesoros, profanó su templo, esparció la desolacion por todas sus provincias, decretó que todas las posesiones adquiridas formasen un solo cuerpo, cedió gran parte del pueblo al imperio de la fuerza, i adoptó el culto i las costumbres del vencedor. En medio de este abatimiento del estado hubo un hombre que opuso a la violencia la magnanimidad i el patriotismo. Protestó en alta voz: “Aunque todas las naciones de mundo obedezcan al rei Antíoco i se; aparten de las leyes i costumbres patrias, yo i mi familia seguiremos solos la lei de nuestros padres.”
Resolucion tan magnánima reanima al pueblo; se toman medidas de defensa; se consulta el órden interior; se establecen relaciones esteriores; se combate; se triunfa, i la gloria recompensa la heróica virtud.
Me parece, señores, que habreis puesto ya en vuestra imajinacion, en lugar de aquellos sucesos, la serie prodijiosa de revoluciones de nuestros dias, i, en lugar de aquellas medidas de resistencia i órden interior, las que hemos adoptado nosotros, entre las cuales es la mas grande i la mas digna la convocacion i reunion de este honorable i magnífico Congreso, que ha de dictar la constitucion que rija al estado en la ausencia del rei, constitucion invariable en sus principios, constante i firme en su espíritu de proteccion i seguridad de estas provincias, aun cuando nuevas