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SESION DE 18 DE OCTUBRE

estado de servir para el dia primero del próximo mayo, en que precisamente deben empezarse a depositar en ella los cadáveres, sin excepcion de persona. Que se avise de esta resolucion al venerable dean i cabildo, prelados de las relijiones i demas encargados de la administracion de fundaciones u obras pías instituidas para dar sepultura a cualquiera clase de difuntos, cuyos deberes, en lo sucesivo, deberán precisamente llenarse en el panteon comun, i en cuya conservacion deberán invertirse los fondos que hoi se emplean en las espresadas fundaciones. Para los primeros gastos se abrió una suscricion, a que oncurrieron los individuos del Congreso i que continuarán los demas vecinos piadosos, que serán excitados por los que a ese fin se comisionaron, i fueron el coronel don Pedro Prado, don Joaquin Sotomayor, don Lúcas Arriaran, don Antonio del Sol, el padre ex provincial de San Francisco doctor fra i Francisco Javier Guzman, padre frai Lorenzo Videla, del órden de predicadores, i el conjuez de apelaciones don Francisco Antonio Perez.

Siendo tan antiguo como notorío el clamor de los padres i familias que se creen privados del derecho a los caudales que se emplean en las dotes de relijiosas, que por su fallecimiento deberian volver a aquellos que las leyes llaman a la sucesion, i teniendo en consideracíon a que el incremento que por este medio toman los fondos pertenecientes a manos muertas, es un arbitrio con que indirectamente se autoriza la infraccion de las providencias que prohiben su adquisicion, se acordó que desde el dia todos los dotes que se den a las que tomen el hábito de relijiosas o desde esta fecha entren en los conventos, se devuelvan despues de su muerte aquellas personas a quienes corresponderia segun las disposiciones de las leyes, exceptuándose solo de esta regla invariable las relijíosas capuchinas. —Joaquin Larrain, presidente. —Manuel Antonio Recabárren, vice-presidente. —Doctor Hipólito de Villegas. —José Antonio Ovalle. —Frai Antonio Orihuela. —José María de Rozas. —Antonio Urrutia. —Bernardó O'Higgins. —Juan de Dios Vial del Rio. —Doctor Juan José Echeverria. —Doctor Juan Pablo Fretes. —José Manuel del Canto. —Miguel Morales. —Pedro Ramon de Arriagada. —José Santos de Mascayano. —Doctor Juan Francisco Leon de la Barra. —Doctor Joaquin de Echeverría.


Anexo A


Manifiesto presentado por don Juan Pablo Fretes, i mando distribuir por el Congreso a las provincias.

El Congreso a los pueblos del reino de Chile:

En vano se empeñaria el Congreso en echar las verdaderas bases de la libertad civil de las provincias si no ocupara sus primeras atenciones en desterrar los envejecidos perjuicios que chocan, precisamente, con las ideas liberales que proclama. No tiene el hombre mayor enemigo de su felicidad que las preocupaciones sostenidas por el torrente del uso i la tiranía de una opinion que se cree sagrada. El imperio de la costumbre, sin mas principio que un vicio, sin mas autorizacion que la ciega práctica de los mayores, ha arrastrado i fuerza al ejercicio de unas acciones incompatibles con la santidad i pureza de la relijion misma, e inconciliables con el sagrado interes de la salud pública.

De cuanto puede impresionar el espíritu humano se han valido siempre los déspotas para fomentarla humillacion i abatimiento, i mantener la ignorancia de los pueblos como el mas seguro sosten de sus arbitrariedades. En consecuencia de esta conducta fascinante, una de las preocupaciones que se ha hecho dominar en el reino es el seductivo abuso de enterrar los cadáveres humanos en los templos, profanando en realidad los venerables alcázares de la relijion con lo que la humanidad tiene de mas inmundo, e infestando, de este modo, la morada sacrosanta de la oracion con lo mas perjudicial a la salud i existencia de los vivientes.

Los pueblos, desde la mas remota antigüedad, en el seno de la supersticion, jamas pensaron deshonrar con un cuerpo muerto el lugar que creian habitado por la divinidad. La nacion escojida del Sér Supremo nunca conoció otros sepulcros que los desiertos i asperezas, i aun el virtuoso i político Moises fué enterrado en el valle de Moab por órden especial de Dios.

El cristianismo adoptó igualmente la inhumacion. Esta santa relijion, nacida en medio de las persecuciones, no podia tener sus sagradas ceremonias sino en secreto. Se congregaban los fieles a orar en las cuevas i subterráneos en que se sepultaban los santos mártires i confesores, de donde se llamaron catacumbas. Segun se aplacaban las persecuciones, se hacian las sepulturas fuera de poblado, en las casas de campo, principiando de aquí los cementerios; pero nunca tuvieron aquellos cristianos la temeridad de atentar al decoro de sus templos con sus cadáveres, ni de mezclar con sus huesos las respetables reliquias de los santos en el sagrado depósito de las iglesias. Aun el mismo emperador Constantino no tuvo el honor de ser enterrado en el recinto de la iglesia de los santos apóstoles, que habia hecho fabricar en Constantinopla.

Posteriormente, la prepotencia de los grandes, el fatal influjo de los poderosos, el lujo, la relajacion eclesiástica i, sobre todo, el deseo de cohonestar en la muerte la opinion que en la vida no habia quizá sido sino una gran cadena de vicios, introdujo la indecorosa i nociva práctica de inhumar en el centro de los templos. Una ciega imitacion la ha perpetuado hasta nuestros dias, habituándose los pueblos a una ritualidad