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SESION DE 16 DE MARZO DE 1819


i honor que han de garantir nuestro naciente Estado.

El bien de la Iglesia está cifrado en que los jóvenes adquieran desde sus primeros años la piedad que edifica i la ciencia que instruye; i ambas van a lograrse en el Instituto; porque el que concurran dieziseis colejiales o todos a la Catedral, no influye para una u otra, i si estamos a la lei 4, tít. 23, lib. 1 de nuestro código municipal, solo deben asistir cuatro todos los dias i en las fiestas solemnes seis. Aun en el cap. 3 de la Bula de Inocencio XIII que empieza Apostolici Ministerii, si se manda que conforme al Tridentino, los seminaristas sirvan solo los dias de fiesta en la Catedral i que solamente asistan a las rogativas jenerales; en cuanto al número de asistentes, no se altera lo dispuesto en aquella lei 4, como se colije de la excepcion con que termina el cap. citado[1]. El bien, pues, de la Iglesia se logrará seguramente desde que los jóvenes se instruyan en los inmutables principios de sus obligaciones; casi siempre la práctica de éstas depende de nuestros conocimientos. "La buena educacion, dice nuestro Olavide[2], es buena para todo... enseñémosles lo que los pueda hacer buenos cristianos, buenos hijos, buenos maridos, buenos amos, buenos majistrados, militares, ciudadanos i buenos padres de familia así en su casa como en el gobierno de los otros hombres i en la administracion de sus pueblos." Para todos estos conocimientos tendrán los seminaristas en el Instituto las proporciones que faltan en el Seminario por su escasez de fondos para rentar maestros.

No creo se ajite ya alguna conciencia como la afectada del Mostazo, que tuvo la debilidad de hacer escrupulosa la práctica de fomentar los Soberanos con rentas eclesiásticas a los estudiosos en colejios mayores, por el riesgo de que, en llegando a ser Ministros del Soberano, defiendan sus regalías[3]. El docto Navarro, autor del mejor concepto en materias canónicas, se escandece de opiniones, como ésta, dictadas por un celo indiscreto i añade haber oido decir a S. Pio V que los teólogos atribuian a la Santa Sede mas facultades que las que la habia concedido Jesucristo[4].

Ni se diga que no conviene a los seminaristas iniciarse ni aun oir hablar de ciencias profanas. El sabio Melchor Cano en los libros 8 i 9 de su apreciable obra de Lugares Teológicos hace ver que el cortejo de todas las ciencias i las artes hace mas recomendable al teólogo. ¿Cómo no ha de convenir al que se destina para Cura, o para cuidar de otros, saber el derecho natural i de jentes, la física esperimental, a que no se llega sin matemáticas, los principios de economía[5] , al ménos en la parte rural? Instruyendo a sus feligreses en lo que le suministren estos conocimientos, al mismo tiempo que dirija sus almas, dirijirá sus fortunas i formará ciudadanos. Si mal no me acuerdo, he le ido una cédula en que se mandaba tuviesen todos los Párrocos el Semanario de Agricultura para que por su órgano fuesen tomando los pueblos conocimientos prácticos de ella. Sin haber oido ni aun hablar de la operacion cesárea ¿podrian los curas practicarla en algun caso? Solo rancias preocupaciones han querido aislar a los jóvenes destinados al clero en el Kempis i Breviario, en el Goudin i en el Larraga: ¡ceguedad española de que apénas pudo triunfar un Campomanes! Sin la victoriosa voz de éste i otros jenios ilustrados habrian revivido aquellos Abecedarios, secta de Anabaptistas, que enseñaban ser preciso ignorar hasta las primeras letras del alfabeto para no arriesgar la salvacion. A esa ignorancia, mas que al carácter, he atribuido yo siempre los ominosos hechos de la conquista, sabiendo por el historiador Mariana[6] que en tiempo de Fernando e Isabel se hallaban tan olvidadas en Castilla la disciplina eclesiástica i las ciencias, que en un Concilio provincial convocado por el Arzobispo de Toledo en la villa de Aranda en 1473, entre otros decretos se promulgaron dos, para que cada sacerdote dijese misa por lo ménos tres o cuatro veces al año i para que los beneficios curados i las dignidades no se diesen a los que no supiesen gramática [7].

Pero ¿a qué me detengo en demostrar ser útil a la Iglesia que los seminaristas vivan i cursen en el Instituto cuando el Supremo Gobierno con V. E. ha calificado su importancia? El sabio dominicano Fr. Francisco Victoria, tan celebrado por su santidad i facundia, enseña que si el mismo Pontífice dijera no solo no ser conveniente una lei civil, pero aun que debia borrarse como perjudicial, i lo negara el Príncipe, no debiera en tal caso estarse al dicho del Pontífice sino al del Príncipe; porque, dice, nunca esperan los seculares que los Obispos hayan de convenir con sus leyes, ni que descuiden exonerar a sus eclesiásticos, aunque sea con daño de los mismos seculares[8].

Hé aquí por que los Reyes han sido tan celo


  1. Covar. Max. sobre Recur. de Fuerz. En el apend.
  2. Evang. en triunfo t. 4, carta 36.
  3. Tom. 2, lib. 5, cap. 4, núm. 8 de Caus Piis.
  4. Tomo 1, Comment de Spol. cleric., § 3.
  5. Don Juan Sempere i Guarinos en el discurso que agregó a la s Refiex. sobre el buen gusto, hablando de la política económica, dice: hasta en las Academias de Jurisprudencia i en los Seminarios se le concede lugar a esta ciencia tan ,útil al Estado.
  6. Lib. 23, cap. 20.
  7. Quizá recelando Alejandro VI viniesen a América esos sacerdotes tan faltos de virtud i ciencia, cuando por su Bula inter eætera de 5 de Mayo de 1493, inventó la famosa línea, con que creia poder distribuir este continente entre castellanos i portugueses, condicionaba con Fernando V pusiese buenos Ministros, timoratos, doctos, sabios i espertos para enseñanza de los americanos: viros probos, et Deum timentes, doctos , peritos et expertos, como ofreció el Rei i esperaba Su Santidad: sieut pollicemini est non dubitamus.
  8. Victoria de Potest. Eccles. resolut. 1, Sect. 6.