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SESION DE 7 DE OCTUBRE DE 1819

cera los cargamentos i avaluará los efectos que allí quieran venderse, i si se conceptuase conveniente que los demás vengan a la Jeneral o porque así lo pidan los interesados, bastará solo una guia. Los guardas, tan necesarios para celar los puntos de desembarco i las playas, no se emplearán con abandono de tan interesante obligación en custodiar las carretas en que ellos vienen para precaver la suplantacion; todo, en fin, anuncia que es oportuna esta determinación. Sírvase, pues, V.E. así acordarlo, como también prefijar las reglas que crea mas oportunas a este fin, i comunicármelas para proceder a su pronta ejecucion. —Dios guarde a V.E. muchos años. —Palacio Directorial, 7 de Octubre de 1819. —Bernardo O'Higgins. —Excmo. Senado.


Núm. 411

Excmo. Señor:

Tengo la honra de elevar a V.E. las representaciones de don Francisco Ramón Vicuña i don Antonio Arcos para que con su conocimiento se sirva acordar lo que considere justo. —Dios guarde a V.E. muchos años. —Palacio Directorial de Santiago, Octubre 7 de 1819. —Bernardo O'Higgins. —Excmo. Senado.


Núm. 412 [1]

Excmo. Señor:

Verdad es que el Estado necesita fondos para su sosten, i que éstos deben procurarse por derechos o contribuciones del comercio, agricultura i minas; pero también es cierto que algún dia deben vacilar estos recursos, principalmente el del comercio, si no se le proteje para que se reanime. Los de esta profesion deliramos en busca de algún objeto que nos favorezca i no le encontramos; porque nuestros cálculos escollan contra la preponderancia i ventajas del estranjero que se hace esclusivo por su bandera reconocida, por los puertos francos en el Perú, por sus crecidos fondos, i porque prevalidos de nuestra situacion política, cometen mil fraudes, i burlan nuestras leyes i reglamentos mercantiles con conocida ventaja de sus negocios i con la ruina de los nuestros. Nosotros, entretanto, pobres, sin puertos para los frutos nacionales, con enemigos, i sin fondos de rezago, solo podremos hacer negocios de aventureros con mil riesgos i peligros, los que arrostraremos por si la suerte nos preserva de la consunción que esperimentamos en nuestros es casos bienes.

Hoi se nos presenta un solo arbitrio, aunque falaz para provocar la fortuna. Este es de proveer (en cuanto lo permita el Gobierno) clandestinamente de nuestros frutos a aquellos puntos del Perú distantes de la capital i de sus opresores. Para este proyecto son necesarias todas las precauciones: no fondear en puerto alguno, hacer a la vela cualquiera venta, i en alguna distancia de la costa para no ser sorprendidos ni vistos de los guarda-costas, dar baratos los frutos para provocar a los compradores, i que éstos recompensen sus riesgos con lisonjeras ganancias; llevar a su bordo patriotas de honor, peruanos, interesados en parte considerable de la utilidad para que por sus cartas i conocimientos puedan verificarse los negocios. Que no haya ingleses en aquellas inmediaciones con los mismos frutos, porque éstos, con la seguridad de entrar francamente en todos los puertos, denunciarían seguramente nuestros buques nacionales, i ayudarían a su esterminio, para no tener competidores que les perjudicasen en la venta, i ganar de este modo injentes sumas, no solo para hacerse ricos, sino para provocar a nuestras escaseces con préstamos, suplementos, pasavantes etc., i desterrar de este modo la naciente marina mercantil, madre de la de guerra, i de la riqueza de la nacion.

Poseído de estos principios, el suplicante se atreve con el conocimiento de su bandera desconocida i belijerante, a hacer una espedicion de esta naturaleza, i para ello implora la proteccion suprema. Ha comprado al Estado un buque grande i desprovisto, le ha compuesto con dobles gastos, le ha cargado con frutos del país, le ha dotado de una tripulacion costosa i escojida para que no se alce, ha interesado en gran parte de la utilidad que resulte a unos beneméritos peruanos que conoce el Gobierno para que vayan con la espedicion, i por decirlo todo, ha agotado sus fondos para esta empresa en tal estremo que ha empeñado su crédito para satisfacer los derechos crecidos de esportacion, que en los trigos i legumbres llegan a cerca de un cuarenta por ciento.

Si la suerte es propicia, no le pesaría ni al Gobierno, ni a los patriotas, que un ciudadano honrado, padre de una numerosa familia, ganase centenares de miles, i los estrajese de países estraños i enemigos. Entonces tendría la patria hijos que la pudiesen socorrer con franqueza; pero hoi que nada hai, ni podremos hacer otra cosa que pagar los derechos establecidos, ni cesar de clamar por la proteccion del Gobierno; estréchese al estranjero, ese contrabandista idólatra del dinero i hágase bien al que lo implora con necesidad i perecerá si no lo consigue en el dia, pues los frutos se deterioran, se apolillan i consumen, i el costo diario de 28 pesos 4 reales, de una tripulacion pronta a salir, es un gasto insoportable. Francisco Ramón Vicuña. —Al señor Ministro de Estado.


  1. Este documento ha sido copiado de la pájina 468, volumen 1,053, correspondiente a los años 1818-19, en la Biblioteca Nacional. (Nota del Recopilador.)