sino de lo más recóndito en lo más íntimo, que ilumina, en el arte, nuestra vida interior.
¿Por qué es aquél más fuerte que tú, si a todos os empuja la misma miseria hacia la muerte? ¿A quién ha aprovechado hasta ahora la sangre de todos los sacrificios? ¿Qué féretro no se lleva, llorando, una idea? ¿Por qué se es vida, sino porque se es espíritu? La verdad, como la noche, está escrutada por millones de luces. No desaparecerá la poesía del espíritu mientras la verdad, como la noche, vista sombras. ¿Habrá placer tan inefable como tomar un baño en la inmensidad de lo que se ignora? La civilización es como una mujer fecunda: concibe ideas, sistemas, dogmas: estos son sus hijos. Forzosamente ha de darlos a luz para no morir: unos son bellos, robustos; otros deformes; aquéllos juiciosos, éstos dementes. No he creído y creo no creer en ello; pero son tantos los hombres que en ello creen, que ya dudo de mis dudas, que es como comenzar a creer.
Ciertamente, no traducimos ahora palabras o pensamientos escritos por Pirandello. Traducimos el Pirandello no escrito, sino el que se vislumbra a través de tantas y tantas páginas reveladoras de ansias infinitas y de dolores inmateriales.
Tiene Seis personajes en busca de autor un trastítulo: «Commedia da fare». No podría hacerse la traducción literal de esta denominación característica sin confundir al lector, porque nada hay en lengua castellana, mejor dicho, en nuestro teatro antiguo y moderno, que observe una rigurosa analogía con estos espectáculos de exclusiva creación italiana, conocidos en la literatura de