Luego, ha venido usted ya otras veces, ¿no es eso? (Y después que la Hijastra haya hecho un signo afirmativo con la cabeza:)—¿Más de una? (Esperará un momento la respuesta; volverá a mirarla por debajo del sombrero; sonreirá y dirá después:)—Entonces, ¿por qué me recibe usted así...? ¿Me permite que le quite el sombrero?
(rápidamente, para detenerlo, no pudiendo contener su repugnancia).
¡No, no; yo misma me lo quitaré! (Lo hará asi, con apresuramiento convulso).
La Madre, que asiste a la escena con El Hijo y con los otros dos pequeñuelos, más suyos, por ser los más pequeños, siempre juntó a ella, apartados al lado opuesto al de los actores, estará como acongojada y seguirá con diversas expresiones de dolor, de repugnancia, de ansiedad y de espanto, las palabras y los gestos de los otros dos: bien esconderá el rostro, bien lanzará algún gemido.
¡Dios mió, Dios mío!
(prosigue, galante)
¡Démelo, démelo usted; yo mismo lo colgaré! (Le quitará el sombrero de las manos) ¡Sobre una