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242 HUMBERTO SALVADOR

período de educación y desarrollo moral, hasta que la mayoría de los hombres logren vencerlos.

“Vendrá un tiempo —dice William Lloyd—, en que la ca- pacidad para dejar en libertad completa a la persona amada, como una cosa natural y corriente, constituirá el patrón de ca- rácter moral, la piedra de toque del amor”.

Los celos revisten hoy dos formas: de sufrimiento y de ata- que. En la mujer suelen ser más frecuentes los primeros; en el hombre, los segundos.

Y añade Lloyd: '“Cuando nuestros celos sexuales dejen de ser unos celos inspiradcs por el ansia de captar y retener una voluntad que se nos niega, y se conviertan en unos celos mio- tivados por el ansia de una sinceridad absoluta en el amor, basada en la única base posible de libertad, en todo momento. para conceder o negar, toda nuestra vida social, educacional y política se desarrollará con sinceridad y con una libertad prodi- giosa. La solución lógica al problema de los hijos, consisti- ría en crear una institución donde los padres pudieran, en cal- quier instante y por cualquier período de tiempo más o menos largo, colocar a sus hijcs, en cuanto ellos atendían a sus ocu- paciones fuera del hogar, con la seguridad de que allí estarían debida y técnicamente asistidos, en todo cuanto necesitasen, to- cante a la crianza y educación. La referida institución debería garantizar, pero no coartar la libertad de la mujer”.

Estos institutos nada deberían tener del concepto cristiano de la caridad. Se apartarían de la educación actual, que es anti- científica.

Instituciones de tal índole se han creado en Rusia con éxi- to magnífico.


El factor sexual en el divorcio plantea —según Arturo Gar- field Hays—, dos preblemas:

a) hasta qué punto son causa del divorcio, motivos direc- tamente relacionados con el sexo;

b) hasta qué punto se les reconoce por la ley, como causas del divorcio.

El hecho de que uno de los cónyuges no ame al otro, debe ser motivo suficiente para el divorcio, previa la independencia económica de la mujer.

Refiriéndose al matrimonio burgués, dice Keyserling: “El matrimonio, por su misma naturaleza, es un conflicto.” Y