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240 HUMBERTO SALVADOR

do mujeres. Se rodeó a las mujeres de prejuicios, ofensas y res- tricciones, enmascaradas bajo la galantería. Se las quitó inde- pendencia y libertad. Hasta ahora la muújer no ha podido re- cuperar la situción que tuvo en el Imperio Romano”.

Un concilio del siglo VI prohibió a la mujer recibir la eu- caristía con las manos desnudas, en razón de su impureza,

Las leyes de prepiedad y hereditarias, se modificaron en el mismo sentido adverso a la mujer y únicamente debido a los pensadores de la revolución francesa, recobraron las hijas el derecho hereditario.

“El matrimonio -—dice William Lloyd—, ha sido el poder para impcner violencia, legalizado por un rito y convertido en un derecho”.

Los celos contribuyeron a sostener la creencia de que la mu- jer era una propiedad a la que había que alimentar.

Habiendo triunfado el cristianismo, creció el desenfreno se- xual en el comienzo de la Edad Media. Gregorio VII hizo grandes esfuerzos por reprimirlo. El celibato del clero no fué impuesto sino hasta fines del siglo XIII.

El amor romántico, deshumanizado y lírico, no fué sino una consecuencia de la moral cristiana. Se quería buscar la subli- mación de la energía sexual.

Dante, Petrarca, Abelardo, Shelley, hicieron motivo estético del romanticismo en el amor. Pero es interesante anotar que todos ellos fueron temperamentos uránicos. Y surge una pro- funda evocación psicológica, que se presta para interesantes meditaciones: ¿qué relación existe entre el tipo de amante ro- mántico y la inclinación homosexual? Un sinnúmero de ejem- plos, tenazmente repetidos, en Grecia, Roma, Italia, Inglaterra y Alemania, parecen indicar la intimidad entre el romanticis- mo puro y el complejo homoerótico. Este problema pertenece a los estratos más hondos del espíritu humano.

La actitud primitiva frente al sexo, careció de puritanismo y de reserva. Fueron los órganos genitales, símbolo de poder y objeto de admiración. Incluso al mundo inanimado se le do- taba de órganos sexuales. En el arcaico concepto de los dio- ses, tomaba desarrollo el origen sexual del universo.

Para los judíos de la Biblia, el falo era el símbolo sagrado por el que juraban los hombres y las mujeres lo llevaban como símbolo de fecundidad.