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234 HUMBERTO SALVADOR

La mujer, dentro de la moral burguesa, está esclavizada eco- __nómicamente, desde su nacimiento hasta la muerte. Cuando “niña, la sostienen los padres; durante el matrimonio, el espo- so; en la vejez, los hijos. Nunca tiene la mujer independencia económica. No puede ganarse la vida por sí misma nunca.

El cristianismo ha humillado, ha escarnecido a la mujer. Para el cristianismo “la mujer es la puerta del infierno” y el hombre virtuoso debe huir de ella. Los dogmas, la moral, los ritos cristianos, son responsables de haber ahogado la cultura, de haber destrozado millones de vidas humanas. El cristianis- mo ha querido burlarse de la ciencia, la naturaleza y la razón. Su ideal ha sido sustituir la experimentación con la fe, conse- guir que la humanidad adore a ídolos de madera y destruya las bibliotecas.

Pero el cristianismo ha salido derrotado. Ante la crítica del hombre culto, su moral aparece ruin, anormal y ridícula.

La complejidad de la vida de post-guerra, el aumento de la población, la fuerza revolucionaria que brotaba formidable de las clases proletarias, y sobre todo, la crisis económica, obliga- ron a la mujer europea y norteamericana a modificar prófun- damente su vida.

Ya no era posible que el hombre sólo sostuviera el hogar. El tipo de esposa encerrada perpetuamente en casa y preocu- pándose sólo de los hijos, había pasado a ser un recuerdo.

El hombre exigía la colaboración económica de la mujer. A ésta no le interesaba ya gran cosa el matrimonio. En su espíritu fué hecha la luz. Durante la guerra, ella había eje- cutado el trabajo del hombre y comprendió que estaba capa- citada para todo esfuerzo.

El tipo femenino de la nueva Rusia sirvió de modelo a las proletarias de todos los países. En la unión soviética la mu- jer intervenía brillantemente en todas las manifestaciones socia- les. Estaba junto al hombre en asambleas y sindicatos. Tra- bajaba junto a él en las fábricas. Asistía con él a las universi- dades. Investigaba con él en los laboratorios. Junto a él te- nía un sitio en las bibliotecas.

El gobierno soviético arrebató a la mujer de las garras re- ligiosas y le pidió su ayuda para la construcción de la nueva cultura. El proletario había rescatado el poder que le corres- pondía por derecho propio. Era el gobierno de la clase traba- jadora y siendo gobierno de clase, no cabía en él distinción de