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232 HUMBERTO SALVADOR

intervenir en la política, la ciencia o el arte. Cierra a la 1nu- jer las puertas del parlamento, los laboratorios y las universi - dades. Le choca que la mujer ame el libro o el microscopio.

Las generaciones antiguas opinan que el hombre que habJa delante de mujeres de algún tema política o científico, es uo sujeto grosero. Y creen así porque para tos hombres del p1- sado, la mujer no puede comprender nada. Un pobre cristii- no o un buen burgués, están satisfechos cuando su mujer s.a- be arreglar la ropa, bañar a los niños y puede repetir de me- moria las mejores recetas de cocina. Á veces, como un lujo, les encanta que la muchacha ejecute en el piano un mano,o de romanzas.

Dentro de la vieja moral era el mayor orgullo del hombhxe ser conquistador profesional. Un ridículo fantoche creado pur los malos poetas y que se llamaba don Juan Tenorio, era «l modelo viril. Don Juan, el hombre que hizo suyas a todas las mujeres, el que escaló el convento, llegó a los palacios y huy» a la cabaña para engañar mujeres, era el sueño amable de los señoritos burgueses, cada uno de los cuales quería aproxi marse a su modelo.

El antiguo amor se basaba en el engaño. Era una celada que el hombre tendía a la mujer para poseerla fuera de matrimo nio y, al mismo tiempo, una ttampa que la mujer preparaba para el hombre a fin de que se casara con ella.

No había sinceridad dentro de la vieja moral. El mejor amante era siempre el más falso. Los sexos vivían en perpetua anarquía, con temor constante el uno del otro.

Pero la ciencia que destruyó las ilusiones de los dioses y el paraíso, ha destruído también la ilusión de don Juan. Des- graciadamente, el tenorio no es tipo viril, sino un estado in- tersexual. Acaso tenga más de mujer que de hombre.

Marañón ha dado una puñalada mortal a don Juan, el mu- ñeco de opereta. Mientras la monogamia es complejo hetero- sexual, el donjuanismo es complejo homosexual. El tipo de hombre no es don Juan, sino Otelo, el entrañable moro de Ve- necia. Ante la evocación del formidable personaje shakesperia- no, huye don Juan, aterrado por la imagen de un hombre verdadero, ya que él tiene espíritu femenino fracasado,

Lenormand en “El hombre y sus fantasmas”, Schnitzler en “Anatol” y Ramón Pérez de Ayala en “Tigre Juan”, estu-