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normal, pero se presenta en ellas excesiva feminidad, tenden- cia infantil. En el segundo grupo, la morfología tiene caracte- res viriles, las cuales se presentan anatómicamente, aunque de mcdo distinto a los del hombre. La psicología de estas mujeres es la de ““proteger o mandar” a otra mujer.
La bivalencia, o sea la libido indiferenciada, aquélla que siente atracción por ambos sexos, es más frecuente en la homo- sexualidad femenina que en la masculina.
Un rasgo esencial en la homosexualidad femenina típica, es la extremada debilidad o ausencia del instinto materno.
En cuanto al tratamiento de la homosexualidad, Marañón declara que scn muy limitados los recursos de que dispone la Endocrinología para curarla. Los recursos de orden psíquico dan, generalmente, mejores resultados en la terapéutica de las enfermedades sexuales. Es ésta la causa del buen éxito ob- tenido por la psicoanálisis en la curación del homoerotismo.
De todos los desvíos sexuales, ninguno tan discutido como la homosexualidad, tanto que mientras es virtud en algunos pueblos, se lo considera en otros como un crimen sin nombre.
Los sacerdotes egipcios aconsejan a la juventud el homoero- tismo. En Grecia, el amor unisexual es atributo de los dioses, alta cualidad de filósofos y poetas.
Para el espíritu heleno, sólo el amor uránico es elevado y puro.
Ciencia, arte y literatura griegas, palpitan de emoción ho- mosexual.
Lo canta Homero, lo espiritualiza Platón y lo consagra Só- crates. Virgilio lleva hasta el cuello del águila romana la es- tética griega. Julio César combina el amor homcsexual con el querer heterosexual. Horacio, Ovidio, Nerón, rinden culto al uranismo.
Y es extraño, desconcertante, el hecho de que la ciencia ha- ya señalado como uranistas a Miguel Angel, San Agustín, Leo- nardo de Vinci, Schelley, Byron, Moliére, Mentaigne, Shakes- peare, Nietzche, Dante, Benvenuto Cellini, Chopin, Verlaine, Rimbaud, Wagner, Robespierre, Petrarca, Goethe, Schopen- hauer, Marlowe.
Célebres artistas contemporáneos son también temperamen- tos uránicos. .
Hecha esta afirmación se recuerda a Proust, Joyce, Walt