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gía, psiquiatría, psicología. El estudio del espíritu del enfer- mo, ayudará al médico a penetrar en su propia alma.
Ciertos conocimientos médicos, como la anatemía para na- da sirven al analista. En cambio, le es indispensable saber Historia de la Civilización, Mitología, Psicología de las Reli- giones y Literatura.
El analista no fija su atención especialmente en nada, ni procura retener lo que el enfermo le comunica. Acoge todo con la misma “atención flotante”. De este modo el analista veri- fica una especie de “selección inconsciente”. ,
El auto análisis es la mejor preparación del psicoanalista. Se aconsejan también, como de gran valor, los análisis de las producciones de alta literatura.
El enfermo, generalmente, no debe saber la doctrina psico- analítica. Da resultados mejores el tratamiento cuando la ig- nora, salvo que se trate de una persona muy comprensiva.
Adler y Yung son los principales continuadores de la doc- trina freudiana.
Adier llega a conclusiones distintas de las de Freud. Parte Adler del hecho de que se encuentran en el hombre actual de- ficiencias orgánicas, a las cuales tienen que corresponder cier- tos sentimientos de inferioridad personal. En tales sentimien- tos deben buscarse las raíces de las neurosis. Estas son un in- tento hecho por el individuo, para compensar el sentimiento de inferioridad.
La finalidad del neurótico es elevar el sentimiento de su per- sonalidad. El cuadro de las neurcsis manifiesta, por eso, una “protesta viril": el deseo de poderío.
Cuando hay predisposición, el sentimiento de inferioridad en lucha con el anhelo de poder, llevan al individuo a la neuro- sis. El verdadero fin de la actitud neurótica del alma, es la consecución del sentimiento de superioridad y fortaleza.
La voluntad de poderío es la ficción directora, el afán de encubrimiento, en una de sus posibles expresiones. El yo neurótico tiene que obrar siempre de modo que resulte dueño de la situación, y lo mismo puede conseguirlo refugiándose in- conscientemente en la enfermedad, que saltando por encima de los límites que constriñen al hombre.
La teoría de Adler, antiguo discípulo y colaborador de Freud, parece estar en contradicción con la de éste. Pero ob-