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puede llegar hasta ella. Unicamente el médico psicoanalista puede comprender lo difícil que es desentrañar el espíritu hu- mano.

Es la psicoanálisis una confesión más dolorosa, pero tam- bién más noble y elevada que las confesiones religiosas, que siendo superficiales y equívocas, suelen también ser corrup- toras.

Tiende la psicoanálisis a depurar el alma. Exige a sus fie- les abnegación, sacrificio, para que puedan alcanzar humana pureza. Es el psicoanalista un sacerdote de la suprema religión de la ciencia y puede conducir al enfermo hasta la salvación, destruyendo el trágico infierno que creó en su espíritu el sexo extraviado,

Al advenimiento del psicoanálisis, se destruyen los demo- nios de las neurosis, huyen los tigres de las abulias y no ahúllan ya las fobias.

Tiene el médico que emplear un procedimiento personal. Ser sabio y artista.

Segismundo Freud es un esteta genial, un místico de la ciencia. Ha enseñado al hombre que el verdadero dios y el de- monio verdadero, están dentro de su propio espíritu.

Desde que el evangelio del psicoanálisis trajo su buena nue- va, el hombre busca a la eucaristía en sus propias entrañas.

Los deseos rechazados por la conciencia, conservan su ener- gía y tratan de salir a flote, pero no tal comio son, sino si- mulando su naturaleza. Se manifiestan en la vida cotidiana y en forma de olvidos, descuidos, equivocaciones. Adquieren ca- racteres simbólicos en los sueños. Toman el vuelo espontá- neo de la fantasía, ocultándose en los rincones más leves de las asociaciones libres.

No debe el hombre rechazar bruscamente sus deseos, sino enfrentarse con ellos. Son una suma de energía que no se puede destruir, pero que es capaz de encauzarse por vía nor- mal. Es ilusorio querer aniquilar de un solo hachazo la ener- gía del deseo, porque en la naturaleza nada se crea ni nada se destruye.

Tres son los métodos fundamentales del psicoanálisis: a) el de las asociaciones libres;

b) el de los actos fallidos;

c) el de la interpretación de los sueños.