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134 HUMBERTO SALVADOR

El neurótico no sospecha los profundos resortes que accio- nan el automatismo de los conflictos inconscientes. Olvida tan- to más este mecanismo, como que no posee conciencia de él.

Las neurosis presentan una inmensa multiplicidad de sínto- mas, pero Freud ha diferenciado algunos tipos de neurosis bien definidas, que son la histeria de conversión, la neurosis de an- gustia, y la neurosis obsesional,

Freud opone, de manera general, la neurosis actual a la neu- rosis infantil. Esta tiene su origen en trastornos psicológicos de la infancia que inconscientemente, repercuten a través de la vida. La neurosis actual se desencadena .por choques de la edad adulta. El punto de partida no se remonta a la infancia, pero puede sensibilizar en el sujeto recuerdos infantiles. Freud opone, además, las neurosis narcisísticas a las neurosis de trans- ferencia.

Abraham formula otra clasificación de las neurosis, refirien- do éstas a los estados sucesivos de la evolución de la libido.

Los procesos psíquicos que debieron seguir un desarrollo normal hasta llegar a la conciencia, ven interrumpido su cur- so y, obligados a permanecer en el inconsciente, dan origen a un síntoma neurótico. Los síntomas tienden unas veces a pro- curar una satisfacción sexual al sujeto y otras a preservarle de ella. Predomina en la histeria el carácter positivo o sea el de satisfacción y el negativo o ascético en la neurosis obsesiva.

La falta de satisfacción sexual, o la satisfacción incompleta, es causa de la neurosis de la angustia.

Las falsas neurosis son síndromes que se hallan integrados, no sólo por alteraciones funcionales, sino también por lesiones orgánicas.

Freud estudia especialmente la neurosis de la angustia. Dis- tingue la angustia real de la neurótica.

La neurosis de angustia es una intensificación de la angus- tia de espera. El enfermo aguarda la satisfacción sexual ple- na. Se presenta esta neurosis asociada, con frecuencia, a las fobias o acompañada de actos obsesivos.

En general, la neurosis se caracteriza por la imposibilidad de gozar y de obrar, porque no está ligada la libido a: un ob- jeto real y por el gasto de energía que supone la represión de aquélla. Como la enfermedad surge de un conflicto entre el yo y la libido, no curará hasta que el primero no recobre su do- minio sobre la segunda.