ESQUEMA SEXUAL 105
rresponden a las dos fuerzas fundamentales de la vida: con- servación y reproducción.
La fuerza que nos impulsa a satisfacer el instinto primero, es el hombre; la que nos lleva al segundo, es la libido.
La fuerza impulsiva de todos los instintos humanos, ha sido llamada “potencial” por Baudowin.
Pero los instintos no están constituídos por una sola tenden- cia, sino por varias, agrupadas. A estas asociaciones de tenden- cias análogas, cuya raíz es inconsciente, se denomina “'com- plejos”.
“Es más lógico, —dice Hesnard—, concebir todo lo que es- tá fuera de la conciencia dividido en dos dominios. De un lado el “yo” (conjunto de ideas, emociones y reacciones coordina- das), que recoge del exterior las percepciones y del interior las impresiones afectivas. De otro lado, el conjunto no coordina- do, anónimo, impersonal, de las fuerzas atávicas, de los ins- tintos, a lo que Freud llama el “ello”. El “yo'” está, pues, en- tre dos influencias antagónicas: de un lado la realidad, con sus normas scciales y de otro el “ello'”, con sus exigencias ins- tintivas, ciegas, inconscientes”.
El “ello” equivale al inconsciente. En él están los instin- tos; la experiencia ontogenética y la filogenética. Ahí arroja la censura los deseos insatisfechos.
El “yo” abarca las zonas consciente y subconsciente. Ahí está la experiencia individual. Domina en el “yo” la realidad.
El desacuerdo entre lo consciente y el inconsciente, es la causa de los trastornos del espíritu, que se designan, amplia- mente, con el nombre de neurosis.
Toda inclinación, todo deseo, consciente o inconsciente, as- pira a realizarse. Si las tendencias del inconsciente se efectúan. hay equilibrio en la vida.
De los deseos que quieren ser calmados y no logran serlo, unos no lo son por impedirlo el análisis consciente; otros, por ser rechazados sin análisis. En este último caso, el deseo con- serva su energía. No ha muerto. Tiene honda realidad en el inconsciente y desde ahí tortura al hombre.
Muchos de los deseos rechazados se subliman. Sublimación es el empleo de la energía de un deseo, en finalidades no se- xuales.
Freud define la sublimación así: “aptitud para sustituir el