104 HUMBERTO SALVADOR
A la entrada misma de la consciencia están los elementos psí- quicos que son actualmente inconscientes, pero que son tam- bién capaces de llegar a ser conscientes en un momento 'dado: este es el subconsciente o preconsciente, cuya característica es estar sometido a la censura.
Para aclarar los conceptos de consciente, inconsciente y sub- consciente, Juarros propone esta comparación:
Supongamos un desván oscuro. En la puerta, encendemos una linterna. La superficie del desván, se divide en tres zo- nas:
a) Una pequeña, iluminada por la linterna. Zona conscien- te de la vida mental;
b) Otra no iluminada por la linterna, pero que es suscepti- ble de serlo, con sólo cambiar la dirección del foco de luz. Zona subconsciente;
c) Una última porción, la más extensa, que permanece en las tinieblas, porque los rayos de la linterna no pueden lle- gar hasta ella. Zona de lo inconsciente.
En síntesis: lo consciente está formado por sentimientos y tendencias no reprimidos, puestos al servicio del yo. Lo sub- consciente está integrado por tendencias e instintos, capaces de hacerse conscientes, aunque no lo sean aún; lo inconscien-
te está compuesto por todo lo reprimido y por los instintos de la especie.
La vida humana es una lucha continua entre el principio del placer, que es el fundamento primario del espíritu, y el prin- cipio del deber, que siendo fruto de la educación y del am- biente, se opone con frecuencia al principio del placer, mer- ced a un mecanismo de inhibición llamado censura o represión.
En el estado actual de la cultura este conflicto entre las as- piraciones del inconsciente y la imposibilidad de satisfacerlas, constituye el destino del hombre.
Muchos de los deseos inconscientes, son rechazados por el hombre culto. Se produce tal fenómeno por obra de la censu- ra. Esta es el conjunto de normas, que en cada pueblo y en cada tiempo, impone la sociedad a sus miembros.
La censura tiene carácter esencialmente ético. Por lo mis- mo, es un concepto variable, dinámico.
Los sentimientos inconscientes, que se traducen en tenden- cias involuntarias, pertenecen a dos clases de instintos, que co-