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y piedras calcedonias, y te las daré todas a ti, e incluso más cosas te daré. El rey de las Indias me acaba de mandar cuatro abanicos adornados con plumas de pericos, y el rey de Numidia un atuendo con plumas de avestruz. Tengo un cristal, en el que no es permitido que mujer alguna mire, y que ningún joven puede mirar a menos que haya sido golpeado con palos antes. En un cofre de nácar tengo tres maravillosas turquesas. Aquel que las usa en su frente puede imaginar cosas que no son verdad, y aquel que las usa en su muñeca puede hacer estériles a las mujeres que no lo son. Estos son tesoros maravillosos. Son tesoros que no tienen precio. Pero esto no es todo. En un cofre de marfil tengo dos copas de ámbar que son como manzanas de oro puro. Si un enemigo vierte veneno en ellas, se convierten en manzanas de plata. En un cofre incrustado con ámbar tengo sandalias con incrustaciones de cristal. Tengo mantos que han sido traídos de la tierra de Serer, y brazaletes guarnecidos de carbunclos y con jade traído de la ciudad de Éufrates... ¿Qué más puedes desear aparte de esto, Salomé? Dime aquello que desees, y te lo daré. Todo lo que me pidas te daré, excepto una cosa. Te daré todo lo que es mío, excepto la vida de un hombre. Te daré el manto del sumo sacerdote. ¡Hasta te daré el velo sagrado del templo!

LOS JUDÍOS
¡Oh! ¡Oh!


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