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RETRATOS DE MUJERES 89

que se quiere concebir de la persona que ellos han cono- cido. Sabemos todo lo que necesariamente hay en la vida diversa, tumultuosa de infracciones de detalle de un deseo general que se recompone a distancia; pero esto es, ante todo, mucho menos una biografía que una idea, un reflejo de pintura moral sobre la crítica literaria, y yo he reprochado, desde luego, en los rasgos generales de este gran talento, el tener en cuenta muchos detalles y recuerdos minuciosos que no era conveniente expresar. La señorita Germaine Nécker, educada entre la seve- ridad un poco rígida de su madre, y las emulaciones unas veces joviales y otras elocuentes de su padre, debió natu- ralmente inclinarse del lado de éstas y fué desde muy temprano una criatura prodigiosa. Tenía su lugar en el salón en un taburete pequeño de madera, cerca de la butaca de Madama Nécker, que la obligaba a permanecer derecha; pero que no podía contener las respuestas a los célebres personajes como Grimm, Thomas, Raynal, Gib- bón, Marmontel, que se complacian en rodearla y en plan- tear problemas que nunca la encontraron desprovista. Madama Nécker de Saussure ha pintado maravillosamen- te esos graciosos principios en la excelente notice que ha escrito acerca de su prima. La señorita Nécker leía libros impropios de su poca edad, iba al teatro; cuando volvía hacía el resumen de lo que había visto, y su jugo favo- rito era recortar personajes de papel y hacerles represen- tar la tragedia. Como Goethe, hizo sus marionetas. El instinto dramático, la necesidad de emoción y de expresión se delataban en todos sus actos. A los once años, la se- ñorita Nécker escribía retratos y elogios según la moda de entonces. A los quince escribió El espíritu de las leyes con reflexiones, y en 1781 dirigió a su padre una carta anónima que su estilo traicionó. Pero lo que sobre todo predominaba en ella era esa sensibilidad que hacia el fi- nal del siglo xvInr, y principalmente por la influencia de Juan Jacobo, reinó en los corazones jóvenes y que ofre-