86 MADAMA DE STAÉL
mujer de más nombradía y más boga en aquella época?, la más adornada de bellas cualidades, la más pura, for- mando en su derredor una especie de guirnalda, en tanto que las Cartas de Bruto permanecen aún entreabiertas y que M. de Montmorency le sonríe piadosamente. Así, por turno, o a la vez, el ingenio de los salones del siglo XvIIz, el vigor de nuevas esperanzas y de fuertes empresas, la tristeza del patriotismo estoico, la vuelta de las simpáti- cas amistades y el acceso a las modernas elegancias se mezclan o se suceden en su alma, tan diversa como com- pleta. Más tarde, cuando de vuelta a Francia bajo el Im- perio, en los muy cortos años que ha vivido, hela aquí que comprende en el acto la necesidad de las transacciones necesarias, y sus relaciones más frecuentes, en estos últi- mos años, con personas comc Madama de Duras, acaban de señalar en su existencia todas las tintas característi- cas de las fases sociales por que pasó desde el salón filo- sófico e innovador de su madre, hasta la doctrina realista y liberal de la Restauración. El tomarla desde este punto de vista, la existencia de Madama de Staél, es como un imperio, y como el otro conquistador, su contemporáneo y su opresor, se ocupaba en contemplar y en aumentar. Pero no es con un fin material con el que ella se mueve y agita, no es una provincia, no es un reino, y después otro reino lo que su actividad infatigable gana y amon- tona; es en el orden del espíritu en el que hace sus con- quistas sin cesar, es la multitud de ideas elevadas, de sentimientos profundos, de relaciones envidiables, lo que trata de organizar en ella y en su derredor. Si en sus años de apogeo y de potencia, instintivamente y por efec- to de la simpatía y de una curiosidad impetuosa, aspira- ba, hay que decirlo en elogio suyo, aspiraba a una corte, a un imperio de inteligencia y de afecto, en el que nada que no fuese importante o galante sería admitido, en don- de todas las distinciones de talento, de nacimiento, de
1 Madama Recamier,