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RETRATOS DE MUJERES 85

en ella las maneras y el encanto del pasado, pero no se contentó con esta herencia, pues lo que más la distingue como a la mayor parte de los genios, y más a ella que a ningún otro, es la heterogeneidad de su inteligencia, la necesidad de renovaciones, su capacidad para los efectos. Al lado de los éxitos tradicionales y ya clásicos de Madama de Deffand y Madama de Beauvau, que ella continuó a su manera, y con originalidad, no siente menos la energía re- ciente, el genio plebeyo y la virilidad de las almas revubli- canas. Los heroísmos de Madama Roland y de Carlota Corday la encuentran dispuesta y hallan acomodo en su corazón, y sus delicadezas para con otras nobles afecciones no pierden nada. Verdadera hermana de Andrés Chenier en el instinto de abnegación, tiene un grito de elocuencia para la reina como él lo tuvo para Luis XVI. Habría veni- do a defenderla delante del tribunal si hubiese habido pro- babilidades de salvarla. Bien pronto comenzó a sufrir, y en su libro Influencia de las pasiones expresa toda la tristeza del estoicismo virtuoso en estos tiempos de onresión en los que no se buede sino morir. Baio el período dicta- torial, sus escritos, su conversación, sin excluir sus pre- cedentes cualidades, adoptan un tono más severo. De- fiende la causa de la filosofía, de la perfectibilidad, de la república moderada y libre. como lo habría podido ha- cer la viuda de Condorcet. Entonces. próximamente, en el prefacio de la Literatura considerada en sus relaciones con las Instituciones sociales, expone este pensamiento tan viril: “Algunas vidas de Plutarco, una carta de Bruto a Cicerón, algunas palabras de Catón en la lengua de Addi- son, las reflexiones que el odio a la tiranía inspiraron a Tácito... revelan al alma que habrían reprochado los acae- cimientos contemporáneos”. Y esto no le impide en aquel mismo momento complacerse con las amistades de la an- tigua sociedad, a medida que reaparecían después del des- tierro. En seguida aprecia y recoge en su corazón a la