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RETRATOS DE MUJERES 81

en los que le poseen a través de los siglos, y cómo llega a arrancar del viejo abad del Sinaí y de la noble dama de nuestros días los mismos distingos morales y las mismas aclaraciones?

Así fué coronada una de las vidas más brillantes y más completas, en la que concurrieron la Revolución y el anti- guo régimen; en la que el nacimiento, la generosidad, el ingenio formaron su encanto, una vida de sencillez, de elegancia, de sinceros ardores, una vida apasionada y pura, con un final admirablemente cristiano, como se lee en las historias de las mujeres ilustres del siglo xvn; un armonioso conjunto de talentos delicados, naturales, y de muertes edificantes; pero con un carácter nuevo que se parecía mucho a las tempestades de nuestra época y que le da al conjunto un valor singular.

Junio, 1834.

Se encontrarán algunas cartas de Madama de Duras en una obra publicada por M. de Falloux: Madama Swetchine, su Vida y sus Obras (1869). Todas ellas tienen una gran delicadeza y son muy elevadas. Mas alguien dice: ¿pero es que aun siendo cartas, y, sobre todo, cuando éstas van dirigidas a Madama Swetchine, no se habrá dado el caso de que estén retocadas? He presentado hasta aq. sólo el ideal, nada más que el ideal; ahora quiero, sin embargo, indicar algunas discordancias con pocas palabras. El mun- do, cuando no es injusto por completo, tiene una manera seca de pensar al decir que el moralista no debe ignorar nada, aun cuando algo no sea de su agrado. Una persona de la misma época que Madama de Duras, Madama de Boigne, que llevó su espíritu de justicia hasta el rigor, decía: “Madama de Duras ha amado a su marido, después a M. de Angosse, después a Chateaubriand. Ella arregla un poco las cosas y explica su desgracia a su manera en las cartas a Madama Swetchine.”