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RETRATOS DE MUJERES 79

pues, dice, la falta de fortaleza es uno de los más grandes peligros de las conversiones tardías. Pero nos formaremos idea completa de esta moralista cristiana y de su sutileza que va hasta el último repliegue del sentimiento, por su meditación sobre la indulgencia.

LA INDULGENCIA

“Perdónalos Dios mío que no saben qué se hacen.”

EL EVANGELIO.

Esta frase da a la vez el precepto y la razón de la indul- gencia, Hay varias maneras de perdonar; todas son bue- nas, porque todas son cristianas; pero los perdones son diferentes entre ellos como las virtudes que los inspira- ron. Se perdona para ser perdonado, se perdona porque nos creemos obligados al sufrimiento, hay el perdón del humilde, se perdona para cumplir el precepto de devolver el bien por el mal; para ninguno de estos perdones com- prende el excusar la falta que nos ha ofendido. El perdón de Jesucristo es el verdadero perdón cristiano. “No saben lo que se hacen.” En estas emocionantes palabras hay la excusa del ofensor y el consuelo del ofendido, el solo con- suelo para estos dolores morales, en los que, por lecirlo así, el mal que nos causaron es secundario. La pena más grande es acusar sin excusa a los que amamos, y la excusa está en “no saben lo que hacen”. Destrozaron nuestro co- razón; pero no sabiendo lo que hacían, estaban ciegos, sus ojos estaban cerrados, nuestros propios sufrimientos son la prueba de su ignorancia. La piedad está en el corazón del hombre, y sus mayores errores son efectos de su ce- guera. ¿Cómo creer que se puede causar con sangre fría y voluntariamente penas que desgarran el corazón y que hacen sufrir mil muertes antes de morir? ¿Cómo creer