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64 MADAMA DE SOUZA

es poco amigo, y se concibe, de los tiempos de agitación ni de las disputas violentas. Un amigo que la interrogaba, en 1814, sobre el estado teal de Francia juzgada de otra manera que como lo hicieron los periódicos, obtuvo esta respuesta: que el estado de Francia parecía al de un libro abierto por en medio, que los conservadores leían de izquierda a derecha teniendo prisa por llegar al fin, pero que nadie leía en la página justa”. La mariscala de Estouteville, ¿podría decir otra cosa hoy? En una obra bastante reciente se le atribuyó un epígrafe de un estilo injurioso, y Madama de Souza escribió un modelo de rec- tificación en lo que se reconoce todo su carácter, “M*** (Janin) ha sido inducido al error, esa palabra fué atribuí- da a un hombre de letras que armque ha muerto ha mucho tiempo, no me permitiré nomb.ar. Cuanto a mí, nunca he escrito ni dicho una sentencia injusta para todos los siglos y que tan lejos está de la buena educación de una mujer que debe respetarse”. El atildamiento escrupuloso de Ma- dama de Souza se asusta ante la idea de que puedan achacarle una indelicadeza de lenguaje.

Mazzo, 1834.

Madama de Souza murió en París el 16 de abril de 1836, conservando hasta el último momento toda la lucidez de su ingenio y la indulgencia de su sonrisa. En un volu- men (Lettres de Sismondi, de Bonstetten, de Madama de Staél, etc.) se encuentran varias cartas de Madama de Souza dirigidas a la condesa de Albany.