510 María
Cuando una virgen muere en este país de Grecia, en torno de su tumba vemos su frente, a fin de estar segura de que nada la embellece ya, que nada se extravía para el invisible Esposo. De la rama sin hojas ningún nido está celoso !. Y puesto que el atractivo de la bella juventud, ese lujo ondulante que el céfiro acaricia y del que viene hasta el más circunspecto un perfume de deseo, quiero repetir sus versos sencillos, no la historia de unos bucles cortados, sino la de una cabellera que en una frente se conservó.
“Estaba —me dijo un día un viajero amigo— en Por- tugal, y la trenza hecha con cabellera de oro y estas palabras que dicen: De la adorable Timas, o de Eurina la de los dulces cantos, aquí reposan sus cenizas. Siendo Virgen, en el alba del himeneo se sintió arrastrada al lecho sombrío. Sus compañeras en duelo han cortado sus cabellos, su tesoro más caro.”
¿Y qué hace entre nosotros, en su fervor sagrado, la misma Eloísa, Amelia extraviada, la que sin titubeos va a decirse del Señor? Al entrar en la verja, el hierro del sacrificio le ha arrancado la gloria de guerra civil; de repente nos sintió en la ciudad. El bloqueo nos cercaba, pero la vida, pocos días después fué casi normal, pues la humanidad, aun bajo la lluvia de las balas de cañón, abre sus ventanas, los hombres hablan y pronto vienen al olvido. El vendedor que da el peso falto sigue vendiendo, el desgraciado sigue quejándose y la coqueta sonríe como antes.
En casa del barbero de la esquina, un gascón (pues la mala hierba crece bien), iba yo a sentarme con fre- cuencia. Así hizo muchas de sus observaciones Moliére. Una mañana el barbero me dijo muy alegre: Señor; buen negocio —y al mismo tiempo extendía la mano sobre la
1 Apuleo ha dicho: “Si cuilibet exime pulcherrime que femine caput capillo spoliaveris... licet Venus ipsa fuerit... placere non poterit, ne Vul- uo”.