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RETRATOS DE MUJERES 51

pectiva del lago de Ploen les facilitaba en cierto modo la respiración. No poseyendo nada, aprendieron, como el men- digo, “a hacer una diversión del paseo y a gozar de los bienes acordados a todos”. Madama de Souza, de ordinario se de- tiene poco a describir la naturaleza, y si lo hace aquí con complacencia, es por un recuerdo profundo y consolador. La alegre Adela de Sénange, que no conocía más que las avenidas de Neuilly y los poblados de su isla, hela aquí casi convertida en hermana de la soñadora Valeriana en los bordes del Báltico.

Adela de Sénange, en efecto, en el orden de las concep- ciones novelescas que han llegado a la realidad viva, es bien la hermana de Valeriana, como lo es también de Virginia, de Mlle. de Clermont, de la princesa de Cleves; como Eugenio de Rothelin es un noble hermano de Adolfo, de Eduardo, de Lepreu, del caballero de Grieux, tan pecador y tan perdonado; dejo a un lado al gran René, en su soledad y en su predominio. ¡Dichoso aquél que por su misma potencia, o valiéndose de los medios que le ro- dean, y gracias al ideal, o gracias a un recuerdo, haga la creación de un ser digno de la compañía de los que he nombrado; dichoso aquel que añadiese un hermano o una hermana a esta familia menos admirada que querida, pues no moriría por completo!

Eugenio de Rothelin, publicado en 1808, parece a algu- nos buenos jueces la más exquisita obra de Madama de Souza y superior a Adela de Sénange. Si fue:e preciso emitir opinión y escoger entre producciones casi igual- mente encantadoras, nos encontraríamos en situación muy embarazosa; pues si Eugenio de Rothelin nos presenta el talento de Madama de Souza en su ingeniosa perfección, Adela nos hace ver su manantial más puro y, por decirlo así, el surtidor que más alto sube. Sin embargo, como obra de arte perfecta, como poder de compositor, como creación por observación, como fantasía y como pintura, Eugenio es mejor prueba que Adela. Aplicando aquí lo que he