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RETRATOS DE MUJERES 485

la: plaza y dejaba su cabalgadura atada a un árbol, habían bastado para instruirla. ¿Es interés de Christel por una situación que adivinó desde el primer momento o fué pu- ramente curioso y si podemos decirlo así desinteresado? ¿No vinieron poco después ciertos sufrimientos y cierta turbación? ¿Ella misma lo supo nunca? Lo que sí es cier- to es que un día, agitando entre sus manos una de aque- llas cartitas olorosas y cuidadas, se sintió sangrar como de una repentina herida y se sintió envenenada por el perfume. Este día las entregó enrojeciendo como una ama- pola, y luego palideciendo de repente. Le amaba.

¡Amor, amor! ¿Quién podrá sondear uno solo de tus misterios? Desde el nacimiento del mundo y su brotar bajo tu ala, los suscitas siempre inagotados en los cora- zones y tú los varías. Cada generación de juventud co- mienza como en el Edén y te invoca con el encanto y la potencia de los primeros dones. Todo se perpetúa, todo se reanima en cada primavera, y nada se parece y cada uno de tus milagros es siempre nuevo. El más incomprensible y el más mágico de los amores, es aquel que se ve y, si es posible, aquel que se presiente. No digáis que no nace nada más que una vez por un mismo objeto en un mismo corazón, pues yo sé que las cenizas vuelven a inflamarse y sé de alguno que ha tenido dos primaveras. No digáis que no nace con una sola mirada y que la amistad una vez ligada se opone, pues un poeta que conocía tan bien la ternura ha dicho:

Ah! qu'il est bien peu vrai que ce qu'on do.” aimer, Aussitót qu'on le voit, prend droit de nous charmer, Et qu'un premier coup d'eeil allume en nous les flammes Oú le Ciel, en naissant, a destiné nos ámes”.

Dante, Petrarca, esos melodiosos amantes han podido notar el año, el mes y la hora en que el dios les visitó;

1 Moliére (Princesse d'Elide, acto I, escena 1).